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_______ E_I.c:p_:_a_:c_:ifi.:..."::a_:d_:o:_r de C:..:e:...n..:.t_ro=-·-=-A.:.:m.:.:_:_é_:~i-=-c-=a----'-----=3-=-1-=-5 nes; pero pasados los .sucesos, continuó la misión con cre– ciente entusiasmo. El día veintinueve de Junio se celebró la Comunión ge– neral y se dió la Bendición Papá! como acto ,final de la misión. Las comuniones fueron trece mil quinientas. La despedida constituyó un apoteosis inenarrable. El día treinta, a las cuatro de la madrugada, la Catedral estaba repleta de gente. A las seis el Padre Adoain tomó el estan– darte de la Divina Pastora y entonó la letrilla de despedida: No te vayas Madre, -No dulce Pastora- Que tu grey se qu·=– da - Sin Tí triste y sola. Hombres y mujeres prorrumpieron en llanto y .no podían repetir la letrilla. Comenzaron los misioneros ci caminar, pe– ro el público se lanzó hacia ellos para besar su Hábito, es– trechar su mano y decirles adiós. Fuera de la Catedral la dificultad para avanzar fué ma– yor. El otiio, la plaza, las calles estaban invadidas por la gente que se apretujaba para ver a los capuchinos. Impo– sible dar un paso. Y a en las afueras de la ciudad más de quince mil perso– nas arrodilláronse pera recibir la bendición que el Padre Adcain les dió con el estandarte. Allí no había dueñistas ni bci:rristas. No había sino un solo corazón y un solo pensamiento. Al oír los sollozos de la muchedumbre, los misioneros no' pudieron contener la emoción; sus lágrima~ corrían por las mejillas hasta escon– derse en la barba. Plegado el estandarte, ambos Padres pusiéronse en marcha con dirección a Nueva San Salvador. Toda la avalancha de gente seguía tras ellos, a pesar de que se les rogaba que regresasen a sus casas. Por fín resignáronse a obedecer, aunque no todos, porque varios centenares de hombres les acompañaron hasta _el término– del viaje. Desde Nueva San Salvador saliéronles al encuentro el señor Obispo, el Gobernador, el Ayuntamiento y un nutrido· grupo de caballeros. Todos abrazaron a los misioneros, re– pitiendo lo que en la. capital les habían dicho el Presidente de la República y el Gobernador Militar. .Gracias a la mi– sión se ha evitado una guerra». El señor Obispo no cesaba de exclamar: «Quam speciosi pedes evangelizantium pacem, evangelizantium bona! .. »

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