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El pacificador de Centra-América 309 )lall con inquietud entre las personas de buena voluntad, y 0 ¡ 0 verdad que no · carecían de fundamento. Una audaz mujer, significadísima revoluc;ionaria, recorría ¡Os barrios clamando sin rebozo: «¿Para qué vienen misiones 0 esta ciudad? Las misiones son para los salvajes y aquí so– JIIOS civilizados. ¡Fuera las misiones! .. » A estos conceptos añadía otros que por decoro nos abs– tenemos de consignar. Aquella taimada hembra tenía gran. ascendiente entre los barristas. Durante la última guerra, en la que fué derro- 1ado Barrios, iba siempre a la cabeza de los revolucionarios, armada de un rifle y disparando con rabia infernal. No con– tenta con eso, recorría las trincheras durante el asedio que Sufrió la capitaL gritando a los soldados y milicianos: « ¡Co– bardes! ¿Para qué llevais calzones? ... » Cuando Carrera esta– ba aún con sus tropas en Nueva SC!ll Salvador, ella le escri– bió una carta llena de insultos y terminaba con esta frase: •¡O vencer o morir! ¡No nos rendiremos!. .. • La propaganda que hacía ahora· contra lp misión podía lener eficacia y o'-asionar un disgusto a los misioneros y . o: lodos los católicos. Nada de esto ianoraba el Padre Esteban. Pero como ~ca se apoyó en medios humanos, nunca fué un pusilá– llilne. Además había experimentado que el hombre no suele

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