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CAPITULO II EL SIERVO DE DIOS, RELIGIOSO Y SACERDOTE :EN •SANTA FE•.-UN RAYO DE LUZ.-DEL CAMPO AL CLAUSTRO.- )URAMENTO SOLEMNE. -SUEÑOS PROFETICOS. - CONVERSION PRODIGIOSA DE UN REO DE MUERTE. N ADIE pudo saber desde qué fecha comenzó a bullir en la mente de Pedro Francisco Marcuello la idea de ser religioso. Nuestro joven no confiaba los secretos de su espíritu sino a su venerable Párroco, a quien reveren– ciaba como a un superhombre y como a intermediario entre Dios y su alma. No conocía otra clase de religiosos que los Capuchi– no.s. Había visto en Adoain algún Hermano, que, procedente del convento de Pamplona, llegaba una vez al año hasta <Xquel rincón para acercarse .a la mesa del Señor, pidiendo la limosna de puerta en puerta». Sus pies descalzos en contacto con la nieve, su cabeza siempre descubierta, su hábito severo, le causaron viva impresión. Había visto tam– bién alguna vez un Capuchino en el púlpito de la vieja basílica de Santa Fe, dirigiendo la palabra a los fieles. La iglesia de Santa Fe y el edificio adyacente habían pertenecido a los Templarios y después a otros religiosos. Gran parte del vetusto edificio se halla hoy en ruinas. Está ·situado en el centro del valle de Urraul Alto, en jurisdicción de Epároz y a legua y media de Adoain. Es costumbre inmemorial celebrar una fiesta religiosa todos los años el día 6 de octubre, con asistencia de todos los fieles del valle. Un predicador extraordinario canta las excelencias de nues– ira fe y el valor de la Santa Mártir; y alienta a los fieles en la lucha contra los enemigos del alma. La figura de un Capuchino en el púlpito de aquel tem-

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