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El Misionero en El Salvador 273: . En la carta que S. E. escribió a aquel Gobernador ma– nifestaba la gran sorpresa que le causó la lista de amance– bados y luego acaba diciendo: •que prediquen contra el. vicio. etc., etc... • .Señor, permítame que le hable como ·amigo. Esta si que es sorpresa para mí, porque veo una grap.de contradic– ción: ¿Cómo puede reprenderse el vicio sin alzar la voz con– tra el ·vicio? Creo que no· se necesita saber mucha lógica . para ver que hay una manifiesta contradicción. ¿Es o no es vicio el concubinato? Si es vicio, es necesario atacarlo. ¿y cómo podrQ: atac~rse sin predicar? ¿Y cómo podrán re– presentarse las penas del infierno como S. E. dice, sin hacer ver la gravedad, la enormidad del abominable vicio del concubinato? .su Excelencia, como hombre de principios r~ligiosos y como hombre de estado, no dejará de conocer que el vicio del concubinato es el germen de muchas desgracias; el ori– gen de muchos disturbios en las familias. Los que viven así ¿podrán jamás ser buenos cristianos, honrados patriotas? »Después que yo vi la docilidad con que se presentaron, hasta me arrepentí de haber dado tal paso, pero lo hice sencillamente siguiendo la norma de Guatemala y otros. puntos. (l) · >Estamos tan lejos de hallarnos resentidos, que si en este momento nos llamaran a El Salvador, iríamos con toda alegría. ·Conocemos bien la necesidad que hay por la esca– sez de Clero, y también hemos palpado que el pueblo sal– vadoreño es un pueblo católico, dócil y ansioso de oír la palabra de Dios. »Suplico a S. E. que disimule todas las faltas que van en esta, porque he ido deprisa. Mi idea no ha sido otra que manifestar sencillamente lo sucedido, porque muchas veces acaece que los gobernantes, que debían estar al cabo de· lo~o, son los que menos saben, porque se les oculta la ver– dad, ya por respetos humanos, ya también por otros fines. »Yo estimaría sobremanera que me contestara con la misma franqueza que yo lo hago, manifestándome las acu– saciones que ha habido contra los Misioneros. Y por último· -- (1) Alude el Padre Adoain a la costumbre que él adoptaba de enviar avisos a los propios concubinarios ya por medio del Pá– ~oco, ya por medio del Alcalde, rogándoles que se presentaran al !rector de la Misión, para ver si querían legitimar su unión. 18

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