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El Misionero ·en El Salvador 271 --------------~~~~~~~~~~----------~ temala. Los misioneros recibieron orden de abandonar las cabalgaduras y de internarse en -aquella República. Pasaron el río Paz que divide ambos Estados y se sentaron a comer un poco de pan. No tenían otra cosa. Al despedirse la fuerza, un oficial suplicó a los misio– neros que dispensasen y perdonasen al Jefe que había dado Jos gritos. Los cuatro religiosos manifestaron que le perdo– naban de muy buen grado. Y se despidieron cortesmente. Un campesino guatemalteco, ·apenas vió a los misio– neros y se dió cuenta de lo ocurrido, corrió a la aldea de Chingo y dió noticia al público. Todo el pueblo salió a ver a los Capuchinos trayéndo– les cabalgaduras e invitándoles a entrar en la aldea. No fueron utilizadas las bestias por ser relativamente corta la distancia. Cantando la Salve, -acompañaron a los misioneros hasta el pueblo, donde se comei1tó con gran indignación la injuria hecha a los enviados de Dios por el Gobierno de El Salvador. A las tres de la tarde se trasladaron al templo, rezaron el rosario; y el Padre Adoain dirigió una plática al pueblo. Y la misma tarde se trasladaron los cuatro misione– JOS a Yupiltepeque. Pocos días después, el Padre Adoain escribió al Presi– dente Barrios una carta respetuosa, pero valiente, digna de la pluma de un San Hilario de Poitiers. •Santa Inés de Petapa, Enero, JO de 1860. Excelentísimo Señor: Desde .que recibí la orden para pasar a ese Estado para hacer la Santa Misión, escribí una carta a su Excelen– cia dándole las gracias y ofreciendo emplear mis sudores en bien de las almas. •Por condescender con un amigo de Su Excelencia no se la dió curso, porque me aconsejó no había necesidad hasta que estuviese la Misión ahí y que entonces lo podía verificar con la pluma y con. las obras. Y en efecto, ·estaba esperando que se acabase la -Misión de- Santa Ana, para dar una noticia exacta a S. E. de los copiosos frutos de ella; lilas Dios por sus fines incomprensibles, ha determinado otra Cosa. Con todo, me dirijo a S. E. no llevado de un resenti– llliento, que no conozco, sino de un afecto el más sincero que abrigo en mi pecho, de una especie de simpatía qu= siento hacia su Excelencia. •Voy a hablarle como el mayor amigo con la franqueza que me es característica, manifestando a S. E. todos los ac-

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