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El Misionero en El Salvador '269 -------- riSta de tantas promesas, yo lo tuve por un caballero; pero e engañé. Porque el mismo día una persona para nosotros ~esconocida, nos dijo que el Gobernador, con algunos no– tables, había escrito al Supremo Gobierno, haciendo una triSte pintura de los Padres Misioneros, y que regularmente tendríamos que salir de la República, porque habían dela– tado que predicabamos contra las autoridades. •Nunca quise .dar asenso a tal dispm;ate, por considerar un absurdo el más grande querer mentir a presencia de más de diez mil almas. En vista de tanto concurso determiné pre– dicar eri la plaza el día primero de Enero y · seguir yo solo predicando un par de semanas, pam dar más lugar a las confesiones. El día treinta y uno no predicamos por estar basta las nueve de la noche confesando. A esta hora nos retiramos para tomar algún alimento. »Estando contando )os copiosos frutos que íbámos recogiendo por la gracia de Dios, viendo que las confesiones y comuniones eran sobre cinco miL y que los matrimonios eran sobre doscientos· vein– te;· y que sin duda las comuniones llegarían a ser sobre diez mil y los matrimonios pasarían de cuatrocientos, estábamos llenes de placer al ver la bendición que el cielo derramaba sobre nuestros trabajos. Pero Dios nos llamaba a seguir las misiones· del Estado de Guatemala. ¡Qué incomprensíbl~s son los juicios de Dios! --Estando en estas satisfactorias con– versaciones, entra en la sala un enviado del Gobernador y ·nos dice_.:.: Tengo orden del señor Gobernador para inti– marles que dentro de dos horas salgan de este Estado. Esta es la orden del señor Presidente Bqrrios». · •Saqué el reloj ; eran las nueve y cuarto. No necesita, . mos tanto tiempo- le dije- con menos nos basta. >Sin más, les dije a mis compañeros: Cenemos, y des– pués arreglaremos las cosas. Si hay bestias iremos a ca- ballo y sinó, iremos a pié. · •Salí para ir a recoger el estandarte de la Divina Pas– tora y las albas, y me encontré con un piquete que estaba 1! la puerta de la casa, cuyo oficial me dijo que tenía orden de no dejar salir a nadie. •A las once y n{edia, poco más o menos, salimos escol– ~dos por c.incuenta hombres que exprofeso habían llegado e la capital, y con bayoneta armada nos acompañaron por caJiejones excusados, haciendo mil aparatos y preguntando
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