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El. Misionero en El Salvador 267 ----------~~~~~~~~----------~ Jtl un espect?culo conmovedor, jamás presenciado ·en a que– llO ciudad. m otra alguna de El Salvador. El Presidente señor Barrios se enteraba día por día de toJl notable acontecimiento, cuya fama llegaba hasta más oJICÍ de los confines de la República. El día 27 del mismo mes de Diciembre, decimoquinto de la misión, el Gobernador de Santa Ana escribió una corta al Presidente firmada por. varios políticos notables, quienes. a fue:·r de buenos sectarios, le infonp.aban en el peor sentido acerca de la misión y de los conceptos y doc– trinOS que los Capuchinos predica ban, asegurándole que )lablaban contra las autoridades. Barrios debió de sentir en sus entrañas la comezón ·an– ticlerical. y sobre todo, el temor de consecuencias graves para él. Si una sola misión del padre Adoain conmovía a toda la República y despertaba el sentimiento religioso tan hondamente, ¿qué resultado produciría una serie de misio– nes por todo el país? Era indiscutible que moriría el partido anticlerical. En este caso Barrios no significaría nada. Ya podía preparar la maleta para marcharse de la Presidencia y quizá del país. Aunque la religión no es la política, un cambio de senti– miento religioso, puede provocar un cambio de política. Y lo ha provocado muchas veces. según vemos en la Historia. Tal vez le asaltó a Barrios la idea de que el Padre Adoain y sus compañeros habían sido enviados desde Gua– temala por Rafael Carrera con intenciones políticas; y en este caso los misioneros serían instrumentos inconscientes del Gobierno de Guatemala. Preciso. era, pues, suspender la misión enviando a pa– seo a los misioneros. Mas, expulsar a los cuatro religiosos sin ca usa siquiera aparente, era exponerse a incurrir en las iras del público y quizá del propio Carrera, cuyos súbditos eran. Y entonces el remedio resultaría peor que la enfer– llledad. ¿Qué hacer? El mismo Gobernador de Santa Ana le sacó del atolladero. Se valió de un medio vulgarísimo, más Propio de un cliente de taberna que de un Gobernador. •El día 25, escribe .nuestro Padre Esteban, nos pusieron cerca del convento una música que no nos dejó reposar en !oda la noche... Dejamos pasar en silencio. Mas el día 26, : !ando yo en el exordio de .mi sermón, oí un gran estruendo música, que muy mucho llamaba la atención. Pregunté:
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