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258 El Padre Esteban de Adoain vas, voces prometiendo perseverar, gritos pidiendo que no se ausentara el Padre Misionero. A unos quince kilómetros al norte de Santa Rosa y dentro del mismo departamento, se halla la villa de Mata. quescuintla, otro de los focos de la sublevación. Nuestro Padre Ado.ain se trasladó allí con uno de los dos doctrine. ros arriba nombrados, y dió una misión de diez días, repro. duciéndose lbs ·mismos espectáculos que en Santa Rosa. Inmediatamente se trasladaron a Jalapa, capital del departamento ·de su nombre, distante como· veinticinco kiló· metros, trasponiendo lp sierra de La Soledad, que es uria ramificación de la gran cordillera que atraviesa toda Gua. temala. En quince días se quebrantó la dureza e indiferen. cia ·que al principio se observó en la ·ciudad. Dentro del mismo departamento de Jalapa dieron otra misión en Pínula. Y descendiendo hacia el sureste, pasaron al Departamento de Juti~pa, dando otras tantas misiones en Santa Catarina, Tempisque, Jutiapa, Milla y Yupilteoe– que, villa esta última que se halla muy próxima a la ir;n. lera de El Salvador. El día que los misioneros pusieron pie en Mita, dos individuos de los· que se hallaban enredados en amoríos, optaron por desaparecer de la villa y huir a El Salvador, para evitar remordimientos de conciencia. Ambos experimentaron los efectos de la justicia de Dios_. porque apenas traspusieron la frontera y llegaron al valle de San· tiago, cayeron muertos repentina mente. Nadie dudó de que fué castigo de Dios. Otro individuo, también escandalosa· mente amancebado, se negó a obedecer a nuestro misio· nero, por más que le conminó con la justicia divina. Antes de terminarse la misión, se cumplió la predicción del Siervo de Dios. El obstinado pecador subió a un árbol para cortar algunas ramas, se cayó a tierra y murió en el acto. La fama de esto~ sucesos y de estos brillantes éxitos ·corría ya por los . pueblos del e~?tado de El Salvador y de Honduras, desde donde afluía n nutridas 9ara va nas a cono· cer al P. Adoain y a oir sus sermones. En los cinco. últimos pueblos comulgaron diez mil tres· c ientas veinticinco personas. •En todos ellos, dice el Padre Adoa in, la Celestial pos· tora era recibida con arcos triunfales, con música, cohetes. repique de campanas, vivas y cánticos sagrados. Y Jos
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