BCCAP000000000000130ELEC

Mensa;ero de paz ----------------~~~~~~~---------- 255 V'echando una circunstancia luctuosa, la peste del mes de Agosto, apeló a una farsa muy desacreditada y vieja, con la que siempre ha sido fácil engañar al pueblo, que es un perpetuo niño. Se propagó que la feroz epidemia no era sinO consecuencia del envenenamiento de las aguas, crimen perpetrado por agentes del gobierno de ld República. Bastp eso para que .]os líderes de algunos pueblos convencieran 0 las gentes de la nece3idad de alzarse en armas para de-• 1 rocar al gobierno y a Carrera. Sin duda que el fuego de la . rebelión era atizado desde el Salvador y Honduras. La rápida y enérgica intervención del general Don An– tonio Solares acabó aparentemente con la sublevación e impuso el orderi. Pero los ánimos continuaban muy excita– dos en los tres departamentos arriba dichos, y los hombres seguían con las armas en las manos. El peligro no se había conjurado. La tempestad rugía sordamente y amenazaba estallar con más violencia. La municipalidad de Santa Rosa escribió al Arzobispo y al Supremo Gobierno exponiéndoles la necesidad de una gran misión, a estilo de las que tan felices resultados esta– ban produciendo en otros pueblos de Guatemala. El Supre– mo Gobierno, el Arzobispo y el párroco de Santa Rosa, Pa– dre Manuel Uriarte, Recoleto, rogaron al Superior de Capu– chinos enviase al Padre Adoain con otros misioneros para la deseada e importante empresa. •El mismo motivo, decían los suplicantes, que debía damos a conocer visiblemente la mano poderosa de la Di– vina Providencia que quería despertarnos. . no ha servido sino ·para que la perversidad del hombre sembrara en estos habitantes la discordia que se ha enseñoreado de nosotros... Verdad es que el Supremo Gobierno no ha omitido medio alguno para restablecer nuestro bienestar, pero su poder solo ha alcanzado a cortar el mal tísicamente quedando los ánimos en tal modo exaltados, que solo respiran odio y deseo de venganzas viles. Esto mismo hace que la revolu– ción germine sordamente, para después con mayores ele– mentos hacer su explosión terrible. Esto es lo que vemos, Oímos y observamos. En el estado deplorable en que nos encontramos, no podemos esperar el remedio sino en la Di- 'l'ina Providencia. .. etc. (l) , ----- (1) Cronicón, pág. 78.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz