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252 El Padre Esteban de Adoain Colocado ·el estandarte en el altar mayor, repleta d -gente la iglesia, sin que pudiera caber ya ni un alfiler, oyén~ -dose aún los sollozos de los que vestían de luto y de los que temían al verdugo del cólera morbo, el Pqdre Esteban tornó la palabra visiblemente conmovido. Les prometió que si al -día siguiente ayunaban todos los habitantes de la villa ri. gurosamente, y asistían a una procesión de penitencia, Dios tendría misericordia de ellos y se verían libres del azote de s u justicia. A voces contestaron que así lo harían. En efecto, así lo hicieron, y se celebró una procesión i mponente. No había varón adulto o pequeño que no llevara ·sobre s;us espaldas unas cruces de dimensiones y diámetro descomunales. Y los que no habían podido adquirir cruces, llevaban pesados leños, gruesas piedras, caminando des– ·calzos. ¡Caso prodigioso! Aquel día no se registró ninguna de– función. Y ya no hubo ningún caso más. Cesó la peste to– talmente. Todos consideraron este s ceso como un milagro. Otro tanto aconteció en Conialapa. a donde llegó el día -doce del mismo Agosto. Dos leguas le separaban aún al Padre Adoain de aquella villa y ya se encontró con una gran muchedumbre que esperaba a pie descalzo y soste– niendo sobre las esoaldas enormes cruces de leño. A me– dida que caminaba~. iba engrosando la procesión con nue– vos grupos. Faltábales una legua para llegar al pueblo y ya se hallaban reunidas unas dos mil persona s, que acla– maban a la Divina Pastora y a su misionero. La colocaron bajo palio y cantando letrillas sin cesar o vitoreando unos, mientras otros sollozaban, entra ron .en la parroquia. La iglesia era una de las más grandes que había en la República, y sin embargo se llenó completa– mente. Subió el Padre Adoain al púlpito y les dijo que la Divina Pastora iba a visitarles para ser su consuelo en me· dio de la tremenda aflicción que experimentaban y para ser remedio del grave mal que sembraba el luto en las fa· milias. Pero que la Virgen interpondría su mediación, si se arrepentían de . sus pecados, haciendo una solemn.e proce· sión de penitencia. La procesión se celebró aquella misma noche, y se ve– Tificó lo que el Siervo de Dios había prometido. Desapare· ció la peste súbitamente, sin más remedios ni medicinas que la presencia de le: Divina Pastora en las calles.

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