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· 250 El Padre Esteban de Adoain ---------------------------------------------- • Cuando el misionero llegó a la Antigua, se encontró con que el cólera-morbo había hecho su aparición en lct ciudad, extendiéndose rápidamente a los suburbios. El Ayuntamiento estableció un lazareto en lugar muy próximo al cementerio. La comunidad de Capuchinos se puso a disposición de la ciudad. El Ayuntamiento aceptó lct oferta y encargó 'b los religiosos el cuidado del lazareto con autoridad omnímoda para gobernarlo. En aquel improvisado hospital se carecía de todo. Nuestro Padre Adoain salió una tarde a recorrer las casas. de la ciudad y reunió infinidad de ropas, mantas, sábanas toallas, colchones, pañuelos y otros objetos, con que qued6 perfectamente dotado el benéfico establecimiento. Los legos. y novicios cuidaban de la parte sanitaria y del aseo y lim. pieza, mientras seis Padres atendían espiritualmente a todos los que ingresaban en aquel lúgubre lugar de dolor, ante– sala del cementerio. Pero además corrían de día y de noche por las calles de la ciudad y por los suburbios penetrando· en las casas de los enfermos. Algunas piadosas familias observando la fatiga de los Padi-es y la enorme labor que· sobre ellos pesaba, les ofrecieron sus coches con los que llegaban a tiempo para asistir a todos los moribundos. En pocos días murieron más de dos mil personas, ya de lcr ciudad ya de las inmediaciones de Santa Ana, San Gaspar, San Pedro, San Cristóbal, Jocotenango, etc. Consigna el Cronicón que ni uno murió sin sacramentos. Cuando se ha llaban en lo más rudo de su peligrosa ta– rea, se presentó una comisión de la villa de Chimaltenango pidiendo que el Padre Adoain se trasladase allá llevéindoles el consuelo espiritual de una misión. Esperaban sin duda que sí aquel hombre de Dios, llegaba a su pueblo, les li– braría con su oración y penitencia del azote de la peste que había invadido toda la comarca. Despidióles el Supe– rior con buenas palabras, pero considerando su petición como intempestiva e inoportuna, no envió a nuestro misio– nero. Otras dos veces fué enviada la comisión, suplicando con lágrima s el favor que para ellos era de vida o muerte. Ante tan piadoso empeño, se les concedió la gracia. Y el día siete de Agosto púsose en marcha nuestro misionero, con su estandarte. Enterados los del pueblo de Tejar, salie– ron a recibir al enviado de Dios y le acompañaron hasta el lugar de San Miguelito, donde encontraron a los de Chirnal-

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