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Fin de su apostolado en Cubo _____ 231 una solución para los· Capuchinos exclaustrados de Nava– rra. no se llevó a efecto. ¿Cuál fué la causa? ¿Dónde apa– reció el obstáculo? A estas horas no lo sabe nadie, ni es posible averiguarlo. Sospecham~~ que el per?on.a~ de Ca– puchinos de Navarra, en poses10~ ya de b~~ehcws ecle– siásticos que le aseguraban la congrua, temw abandonar su país para trasladar¡¡e a una Isla, cuyo clima, como se dijo. era entonces mortífero, según lo había experimentado el P. Ramón de Murieta y lo atestiguaba a sus compañe– ros en Navarra, a donde había regresado. No había hom– bres como el P. Adoain. El P. Esteban perdió la esperanza de ver un convento de Capuchinos en Cuba, vió la imposibilidad de satisfacer su deseo de vivir bajo la inmediata obedié'ncia de los Su– po¡lriores de la Orden en la Isla; y se propuso abqndonarla, no sin vivísi,mo sentimiento de separarse del santo Arzo– bispo. a quien quería tan entrañablemente como a un pa– dre o a un hermano, y de ausentarse de aquel país, que durante seis años había regado con el sudor de su frente. La desventurada Isla de Cuba perdía un gran apóstol. Fué general el sentimiento de los cubanos por la ausen– cia del P. Adoain. Todavía por los años 1910, sesenta años después de su salida de Cuba, se hablaba de él con gran– des elogios. No se había borrado su memoria, ni siquiera después de dos guerras, ni después de declararse aquel país independiente de España. Testigo presencial de la ve– neración con que se conservaba su memoria, fué el P. Mel– chor de Esco¡riaza, que en la úllima fecha citada residía en Bayamo. Y testigo el P. Leonardo de Destriana, según carta suya que poseemos en nuestro Archivo. Citemos la declaración, prestada bajo juramento ante el Tribunal de la Causa de Beatificación, de la Curia de Pamplona por el Padre Escoriaza. <Durante mi permanencia en Cuba por los años 1910 pude apreciar que se conservaba grato recuerdo de las Mi– siones predicadas por el P. Adoain, entre las personas de edad. Un caballero de gran prestigio, llamado D. Lorenzo Soto, que había sido soldado Pontificio en Roma y después fué Coronel del Ejército español en Cuba, me aseguraba que había conocido al Siervo de Dios;. y añadía: •Yo creo que el Padre Esteban era un santo ». Por aquella fecha de 1910 se conservaba la gran cruz erigida por este gran

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