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·continúa su apostolado en_C_ub_a___---,--__2_2_3_ ¡ncia de su nombre, contaba entoilces unos veinte mil ha- ;.tantes. Tenía varias iglesias: Santa Ana, San José, La Ca– ·dad, El Cristo, La Merced y San Francisco. Era conside– r~da como la tercera ciudad de la Isla por su importancm. r El mismo día 8 comenzó la primera Misión en la pa– rroquia de Santa Ana, teniendo por auxiliar a D. Manuel Subirana. Pronto llegó a enterarse el público de que el pre– dicador era el célebre Capuchino. Llegó a ser tan nume– roso el concurso, que no sólo se llenaba el templo de bote en bote, sino que la muchedumbre rebasaba por las ca– Hes y la plaza, hasta las cuales llegaba bien la potente voz del Misionero. El día 24 hubo comunión general; durante ella, que fué rnuy larga y dada por el Arzobispo, el público cantaba las letrillas a la Divina Pastora, y cada una de las estrofas era glosada por el P. Esteban con tiernísimos efectos. El número de comulgantes fué de tres mil, sin contar los ni– ños, los cuales no comulgaron hasta el día 29. El 25 del mismo me3 comenzó el P. Esteban la Misión en la parroquia del Santo Cristo, sin auxiliar ninguno. La conmoción del público era cada vez mayor. Los últimos días hubieron de ayudarle a oir confesiones el Sr. Arzo– bispo y D. Paladio Currius. Los Sres. Subirana y Coca ha– bían caído enfermos. Las otras dos Misiones dadas por el P. Esteban en las parroquias de San José y La Caridad y terminada la úl– tima el día 26 de enero, despertaron el mismo entusiasmo, a pesar de las lluvias, que se desataron en forma ·de agua– ceros violentos. Terminó la última el día 18 de enero. Entre tanto, ¿qué hadan y dónde estaban los antiguos perseguidores del Siervo de Dios? Diríase que se los tragó la tierra. Porque ni siquiera tuvieron valor para compare– cer, a ejemplo de los fariseos, exclamando: .¿Con qué de' recho predica? ¿Por qué está aún en la Isla? .. »

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