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222 El Padre Esleban de Adaain Arzobispo y con los señores Subirana, Coca y Currius, en el vapor «Pelayo». El 24 arribaron a Nuevitas. El mismo día comenzó el P. Esteban una Misión, por orden del Prelado El 27 se a.usentó éste con D. Paladio Currius, para ir ~ Puerto Príncipe. Y el 28 se marcharon los señores Subirana y Coca a la aldea de Baga, quedándose solo el P. Este. ban en Nuevitas, realizando la labor de dos Misioneros en pueble¡ tan crecido. La comunión general y Misa cantada habidas el día 3 de diciembre fueron de extraordinaria so. lemnidad, continuando hasta el 6 inclusive los sermones las confesiones y comuniones. ' Habíale prevenido el Arzobispo que se preparase para una campaña fuerte que habría de llevar a cano en la ciu– dad de Puerto Príncipe, que por otro nombre se llama Ca. magüey. Allí estaban los señores Magist~ados de la Real Audiencia TerritoriaL que con tan irritante injusticia habían instruído expediente contra el P. Esteban, siendo instru– mentos dóciles de una pandilla de Tenorios. Allí el Fiscal, cuyo dictamen, adverso a\ siervo de Dios, habíase publi– cado a los cuatro vientos, procedimiento que se usó contra toda legalidad y centra todo derecho. No cabe duda que aquellos señores, aunque desautorizados por el Capitán Ge– neral Gobernador de la Isla, fiscalizarían la conducta y la predicación del P. . Esteban, le vigilarían cuidadosamente por medio de espías ut caperent eum in sermone, como lis· calizaban los fariseos a Jesucristo. Mas nada de eso le in– teresaba al egregio Misionero. Decía él: ¿Si Deus pro nobis quis contra nos? ·Si estoy con Dios, ¿quién podrá contra mí?' A un hombre que procedía con la rectitud de intención de nuesiro P. Esteban, nada podían intimidarle las ase· chanzas de los enemigos. Utilizando el ferrocarril, salvó los setenta y nueve kilÓ· metros que le separaban de Puerto Príncipe. Nuestro Mi· sionero debió comprender que en ferrocarril se viaja con más comodidad y rapidez que a pie o en mulo. Desde el · año- 1842 no había entrado en un coche de tren, ni en co– che de caballos. El día 8 de diciembre penetró por las calles de la ciu· dad, despertando enorme curiosidad su vestimenta, su luen– ga barba y su continente todo. Había de predicar cuatro Misiones sucesivamente en cuatro iglesias parroquiales. La ciudad, capital de la pro·
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