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Prodigiosos actividades del Podre Adooin en Cuba 213 10 dos Jos que por urgencia se aventuraban a entrar en la ciénaga, aunque fuesen del país. Aparte de ello, abandonar el plan de campaña espi– ritual tan fructífera, por prestar una ayuda que cualquiera podría prestársela al Arzobispo, no parecía cordura. Y so– j)re todo, presentarse en Cauto-Embarcadero era ir derecho a Ja boca del lobo, ya que allí estaban los tres anarquis– tas y el conciliábulo de Tenorios que le habían procesado y que aún no renunciaban .a malignos planes. Semejantes reflexiones no asomaron en el cerebro del P. Esteban. Y a ojos cerrados el día 13 se lanzó a la ciénaga. Caminó el pobre P. Esteban veinte leguas sobre agua, barro y légamo. Ya pudo llegar a Cauto el mismo día 13. En verdad que anduvo rápido como un relámpago. Pero llegó hecho una miseria. Todo mojado, salpicado de ba- · rro, fatigado, encendido. Comenzó a temblar de pies a ca– beza. ¿Qué le pasaba? Era presa de la fiebre. No descansó nada en toda la noche. La calentura le devoraba. Podía temerse un funesto desenlace. ¡Esto no es nada, decía el P. Esteban, ya se pasará con tres días de descanso! Pero no se pasaba, ni con tres días de descanso, ni con quince. El Arzobispo envióle a Bayamo, donde con medicinas cesó la calentura. Pero como fué una curación artificiosa, y nada más que aparente, a los pocos días reapareció la fiebre mucho más alta. Perdía las fuerzas por momentos. Trasladáronle a Guisa para probar otro clima. No se notó mejoría alguna. Temeroso el Arzobispo de perder un Mi– sionero de tanta valía, ordenó que Jo llevaran a Manza– nillo, de donde a bordo del barco ·Tayaba» se trasladó a Santiago. Mas tampoco experimentó alivio. Allí se le aten– día con sumo esmero. Todo en vano. Pasaron varios meses. Era ya marzo. El Siervo de Dios se avergonzaba de estar ocioso, cuando había tantas gen– tes necesitada s y tantos pecadores por convertir. ¡Cuatro meses de inacción le parecían cuatro siglos, durante Jos c~ales podía haber salvado tantas almas! ¡Cuatro meses sm dar una absolución! Desde su pobre lecho contemplaba ~u crucifijo, que yacía sobre la mesita del aposento. ¡Tanto tiempo sin levantarlo para bendecir multitudes arrodilladus e~ ..actitud de adoración y compunción! Y al lado del cru– ~li)o, el ~aracol marino, su clásica trompeta, arrinconada, sm lanzar al espacio el ronco zumbido que ponía en mo-

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