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192 El Padre Esteban de Adoain de la Concepción, los cuales fueron condenados a muerte y ejecutados. Sucesos lamentables que se complicaron con movimientos separatistas de qúe hablábaq¡os en otro ca. pítulo. - En circunstancias tan graves, cualquiera comprenderé¡ que la acusación elevada por los señores susodichos ha: bía de ser tornada en consideración y podría ocasionar grave perjuicio a la reputación del Capuchino. La única verdad era que el Siervo de Dios observaba siempre S'\}ma prudEoncia ante estos problemas y se había concretado a predicar que los esclavos tienen un alm,'l que vale tanto corno la de. los libres, que si éstos se dejan arras– trar · de sus concupiscencias viviendo con desprecio de la Ley de Dios y .de la Iglesia, se degradan a sí mismos y son la deshonra de su raza y de su patria. Recibido el Oficio y denuncia en el despacho del Te– niente Gobernador de Bayarno, inmediatamente se delegó al pedáneo de Cauto para que instruyera sumario de los hechos, justificándolos con pruebas. Y con fecha 2 de octubre comenzó el interrogatorio de los firrncntes de la susodicha representación. C.omparecie– ron ellos y algunas personas más, citadas por los mismos. En total 33 declarantes. No pocos de los- citados declararon favorablemen te al P. Esteban. Por ejemplo, un tal D. Juan Perfecto, que había estado viviendo con Isabel Leiva, dijo: Que no queriendo casarse {;On ella; no fué oblig5Jdo. Lo· mismo declararon Juan Rebentós, Dolores Arrnengol, Francisco Ramos, Jjmeno Sevilla. Rafael Llanes, naiural de Guisa, expuso que, en efecto, se casó con la parda Beatriz Rodríguez, si.guiendo el consejo del P. Esteban, .pero ·que lo hizo por su voluntad, reconociendo que el Misionero tenía razón. Lo mismo dijo Jacir,to Peña. Los firmantes, por el contrario, se rnantuvie· ron en sus afirmaciones y añadieron que el P. Esteban re· criminaba acremente desde el púlpito a los dueños que obligaban a sus esclavo:; a trabajar en días festivos; que afirmaba que ante Dios todos somo~ iguales; que en pre· sencia de los negros reprendía a los comerciantes que te· nían dos o tres concubinas. ¿Qué resultado produjeron estas trapisondas de los ern· pedernidos Tenorios de la Isla de Cuba? Lo veremos en el capítulo s!guiente.

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