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190 El Padre Esteban de Adoain casarle con Manuela Zamora, con la que había vivido, 'le. niendo varios hijos, pero de la cual ya se había separado. Pasaron por el despacho del pedáneo los señores Urru. tia, Céspedes, Millán, Acosta y Milán, que sin carmín en las mejillas confesaron que habían sido Tenorios a estilo de Tamayo y exponiendo la misma queja. La noticia de esta diligencia gubernativa contra el Ca. puchino se divulgó muy rápidamente. Con lo cual se ani– maron algunos señores a romper el silencio y elevaron al Teniente Gobernador de Bayamo una acusación y solici– tud, el día 1 de octubre, que empieza así: «Francisco Puig Catasús, Francisco Comas, Raimundo Comas, Pedro Catasús, Daniel Noguer, Rafael Contador, receptor de Ced. Reales, Lorenzo Mirabent Pons, Pedro So– ler, Jaime Arbós, Cayetano Pellícer, ]uan Ballester, José Sa– rios, Juan Vivero, Mateo Moyá, Juan Llinas, naturales de la Península y de este vecindario, representamos: que no pudiendo sufrir el extraño espectáculo de vejaciones y per– juicios que está experimentando hoy este partido, nos ve– mos en el caso de poner en su conocimeinto por vía de queja los males que estamos sufriendo... » Y en larguísima exposición se quejan de que los Mi– sioneros Padre Esteban y D. Lorenzo Sanmartí, turban su bienestar, por no tener miramiento y consideración a sus personas; que trastornan el orden establecido en cuanto a diversidad de razas, recomendado por los reglamentos ad– ministrativos y por diversas leyes, particularmente por la de Carlos III sobre matrimonios en estos dominios (]). Que (1) «La Legislación de Indias prohibió los matrimonios entre blancos de notoria nobleza y mujeres de color, sin haber obtenido los primeros el consentimiento de sus par ientes. El orgullo, causa de tantos males, hizo, a no tardar, que en la frase notoria nobleza, que se refería solamente a pocas y pr incipales familias, se creye· sen comprendidos todos los blancos ; abuso que sancionó algún Ca· pit.án General, p1·ohibiendo po regla común a todos el casarse con muj~res de otra raza. Los inconvenientes que de esto resultaron. • son fáciles de comprender. Si un Marqués viviera públkamente arnanceb~do con una mujer negra o ·parda, no era mal mirado: pero si un europeo cualquiera, aunque fuera un ranchero, querÍtl casarse con una parda o negra se consideraba una enormidad.·.» «Las Leves de Indias dictadas por nuestros antiguos M<lnarcas con laud;,ble intención, pero a veces mal interpretadas, han dado lugar a la introducción de lamentables abusos, algunos de los cua·

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