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p .R ó L o G o .Jiete días después de la m~erte del Padre Esteban de– Adoain, acaecida en el convento de Capuchinos de Sanlú– car de Barrameda en 1880, un célebre p~blicista y orador parlamentario, D. Ramón Nocedal, hacía su elogio en las páginas del diario de Madrid •El Siglo .futuro» y decía:_ • Tengo el propósito de escribir la Vida de este hombre ex– traordinario; y por muy mal que yo lo haga, ha de ser leída con sumo interés y admiración por el público. Sus com– pañeros me han referido cosas verdaderamente asombro-: sas de él...• No incurrió en exageración el escritor que así se expre-· saba. El Padre Esteban de ADQAIN, de la humilde familia de los Marcuello Zabalza, de· Navarra, 'llenó con su vida casi todo el siglo XIX, quizá el má s turbulento y estéril de ia Historia de España. Sufrió en los días de la revolución; y puso en tensión todas sus energías para una restauración moral, ya que las. reservas espirituales no se habían extinguido totalmente.. Vivió en Venezuela y convivió con indios salvajes para loS' que fundó tres pueblos; y con bárbaros civilizados que lo encarcelaron. Trabajó en la isla de Cuba, donde recorrió,. durante varios años, las aldeas más incógnitas, en que se incubaba la rebelión contra España. Dirigió allí la palabra a las turbas de negros, mulatos y blancos. Reuníalos lan– zando a los espacios el estruendoso zumbido de un caracol marino, improvisando templos en ingenios tabaqueros o azu-– careros, en cocinas, en cobertizos de paja. Desplegó fecun-

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