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Exitos de su apostolado en Cuba 179 . El día 16 comencé a predicar con mi compañero. El 22 se hizo la segunda comunión general y el 29 la tercera, pasando de seis mil las personas en total. El 1 de septiem– bre se a usentó el Prelado y quedé con D. Felipe Rovira su Secretario, continuando la predicación en honor de la Virgen de los Dolores. Se llenaba la iglesia y la plaza de todo lo más selecto de la ciudad. Para el día de la Na– tividad se preparó una comunión de niños y niñas, y re– uniéronse en tanto número, que fué menester hacerla en dos iglesias. Los resultados han sido muy satisfactorios. Se han celebrado ochocientos setenta y dos matrimonios de gentes que, a pesar de haber cinco Curas hábiles en la ciuda d, nunca habían querido casarse por la Iglesia.» (C. !I, p. 43 y siq.) A través de la sencilla narración de los hechos, cu– bierta con el velo delicado de la modestia, se ve cómo cam– bió el aspecto de la Misión con la oportuna intervención del P. Esteban. Después salió de nuevo al campo. Qué consecuencias se derivaron de la actitud enéraica del Iltmo. y santo Padre Claret. no tardará en saber!~ ·el lector. Por uhora sigamos al P. Adoain. Comenzó el día 11 por Cauto-Embarcadero, pueblo que lleva el nombre del río más caudaloso de la isla, y com– prende cinco cuartones: San Telmo, Corralito, Cayamas, Guamo y Jobabo. De estos puntos no se esperaba mucha gente, a causa de los continuos y violentos aguaceros. Sin embargo, no fué ese el principal obstáculo. Un grupo de comerciantes, de los que desempeñaban a maravilla el papel de tenorios, sintieron grave inquietud ante el anuncio de la Misión. Por lo ocurrido en Bavamo Y en ta ntos otros pueblos, se sabía de sobra que eso de la Misión no significaba sólo unos días de sermones de ver– dades eternas, lo cual ya era mucho, sino otra cosa que tocaba más en lo vivo: acabar con la grata comedia de tener en casa una muñeca negra o parda, con que diver– tirse a espaldas de la moral y del decoro. Y, ya que no era posible impedir la Misión, era menester desacreditar públicamente al Misionero, para justificar la desobedien- cia a sus exhortaciones. - . Propalaron a los cuatro vientos, que el Capuchino e¡;a 'lino de tantos facciosos que habían turbado la paz de los Pueblos en los días de insurrección; que por ello y otros
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