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178 El Padre Esteban de Adoain Teniente Gobernador comunicó este mismo aviso a los subalternos, para que formaran una lista nueva y se pre. sentaran los cabos con todos los amancebados en palacio. »Viendo el Sr. Arzobispo que había muchos que im. pedían loe matrimonios por hacer mal y oponerse a los designios de la Misión, la noche de San Lorenzo fulminó desde el púlpito una excomunión mayor, ipso tacto incu– rrenda, 1esHrvada a sí. contra todos los que se opusieran a los que quisieran .casarse. Las columnas del templo se estremecían al oir el terrible anatema de boca de un Pre– lado tan santo como Claret. Por mi parte confieso que se me erizmon los cabellos y me palpitó el corazón, al oir a manera de trueno la voz de Claret. »Cuando S. E. Iltma. hizo la misión en Yara, llamó a varios amancebados, entre ellos a D. Agustín Villarodona, comerciante de Zarzal. Le mandó que se separase de la mujer, y lo hizo. Pe.ro al otro día de haber salido los Mi– sioneros. volvió a su perversa amistad. »Llegó a oídos del Prelado, se informó bien, y ente– rado, le excomulgó en Bayamo, cuya excomunión se leyó en la iglesia mayor de esta ciudad por su Sr. Secretario, y se mandó al Sr. Cura de Yara que la leyera en tres días de fiesta. Causó tal terror la excomunión, que todos los que se hallaban en mal estado corrieron a casarse. »El dependiente de Villarodona al momento salió de casa; ninguno se a.cercaba a su casa, y si él iba a cobrar, se retiraban o le cerraban las puertas. Viéndose abando– nado de todos, llegó a Bayamo a arrojarse a los pies de su Prelado y resuelto a hacer penitencia. Pero para cuando vino, el Prelado .estaba ya en Cuba (Santiago). y desde aquí se humilló y obtuvo el perdón con penitencia pública. »Desde entonces comenzaron a temblar los perversos, viendo los terribles efectos de la excomunión. »El día 12 me dijo el Sr. Arzobispo que me encargase del asunto de los amancebados. Me entregó la lista de los barrios o partidos de Yaribacoa, Conrege y de la ciudad. Descubrí que la mayor parte de los comerciantes, aboga· dos, escribanos, etc., vivían en ilícito contubernio; y era una multitud la de divorciados de gente de primera cate· goría. Se les pasó aviso para que se presentaran, y se fueron presentando, unos ante el Arzobispo, otros a los Mi· sioneros; el resultado fué satisfactorio.

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