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Continúa su apostolado en Cuba 165 --------------------~---------------------~ vieron a los santos para adueñarse de los tesoros del cielo: la oración y la penitencia. Las disciplinas sangrientas de nuestro inocente Misionero, su cilicio de puntas agudas, sus ayunos, la paciencia en el sufrimiento de las mortificacio– nes ocasionadas por los insectos y por los rigores del cli– ma, movían a misericordia al Señor. Y, llegada la hora del sermón, su voz era como la del profeta Ecequiel qtie daba vida a los huesos secos del campo de Senaar. En Sagua se realizó este prodigio. Llego a llenarse el templo, y el público rebasaba hasta ocupar gran parte de la plaza anchurosa que se extendía ante él. Quizá asistían movidos por la curiosidad. Pero los hechos demostraron que la curiosidad se convirtió en compunción, y se tradujo en. una sincera penitencia. El día 11 al darse la bendición papal y al colocarse la gran cruz cerca de la iglesia, observábase un regocijo y entusiasmo nunca vistos en Sagua. Unos cantaban a la . Divina Pastora, otros rezaban, otros lloraban emocionados; no pocos, mirando a sus compañeros, preguntaban asom– brados de su propia transformación: • ¿Pero qué prodigio es · este? ¿Cómo se podía esperar semejante cambio en nos- otros?... » · Al salir de Sagua y emprender la marcha ·a las dos de la tarde, unos treinta y cinco jinetes quisieron acompa– ñar a los misioneros y les escoltaron durante dos horas hasta llegar al puerto, donde el P. Est~ban se embarcó con su compañero. ¿A dónde se dirigían los misioneros? En la parte más · oriental de la Isla, está situada la villa de Baracoa. Su ju– risdicción parroquial es sumamente extensa; confina con Sagua, Saltadero y Tiguabos. De la primera dista veinte leguas, de la segunda 46 y de Tiguabos 50. Se halla divi– dida en nueve Capitanías. Aunque en su territorio se pro– duce piña, coco, plátano y café, no tenía importancia co– mercial en aquel tiempo. Los edificios de teja eran pocos. La iglesia era buena, de tres naves. Pensó nuestro Misionero que no convenía dejar a la espalda un foco de inmoralidades. Y allí encaminó sus pa– sos. Duró el viaje del 11 al 16, porque la barca vele~a les llevó con mucha calma. Los Misioneros fueron muy bien recibidos por el Cura

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