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Prodigioso apostolado en Cuba 159 - trompeta de mar. ¿Pero es de acero este hombre? Pensaba su compañero, rendido ya de fatiga. Cualquiera preguntaría lo mismo. Si no era de acero su cuerpo. era de acero su 1ernple. El público que afluía de· todo el partido, reuníase en, la hacienda de una buena señora, llamada D.' Rosa Gar– cía. punto escogido por ser el más céntrico. Acudieron en masa gentes de diversas razas: los negros esclavos, los mestizos y los blancos. Todos al parecer con gran entusias– mo. Todos abandonaron su mala vida, incluso los blancos, que, considerándose como unos superhombres, se habían resistido al principo a obedecer a los misioneros. Ya se deja adivinar la legítima satisfacción del Siervo de Dios. Pero un caso' ruidoso y edificante le proporcionó el mayor consuelo. En aquel partido vivía una señora protestante, de 39 años de edad, muy agraciada, llamada María Isabel Jupp. natural de Halifax (Canadá). Aquella mujer, que éra dueña <le pingüe patrimonio, al observar la. popularidad de que gozaba el P. Es.teban, al oír su voz sonora y potente, al ver su figura esbelta y erguida, su rostro embellecido por una barba tan venerable, sus sienes coronadas por fino y abundante cabello, bien distribuido por la tonsura mona– cal que semejaba una diadema, sintióse poseída de unr~ afición irresistible hacia él. Nadie sabe, ni se sabrá nunca, si resistió varios días a la tentación, o si se dejó vencer por · ella al tiempo de sentirla. Lo cierto es que se acercó al Pa– dre Esteban cuando. se hallaba sin testigos; le declaró su <Ifición con apasionamiento, y le propuso ·vivir en su com– pañía, bien .en la Isla de Cuba, bien en el Canadá, donde se les deslizaría felizménte la existencia, con suma paz, sin ser molestados por nadie. El acento de aquella mujer era fascinador, persuasivo, como el de Eva, que engañó a Adán, como' el de Dalila, ·que venció a Sansón. La tentación era grave. Era graví– simo para un hombre de 42 años de edad, que como el pobre Padre Esteban había sufrido tantas privaciones, des– precios, destierros, enfermedades y encarcelamientos, amén de muchas ingratitudes e incomprensiones de parte de sus <Xmigos y hermanos. Agréguese a todo ello la vida dura, <!sendereada y llena de privaciones que en Cuba estaba

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