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158 El Padre Esteban de Adaain vez invitasen a sus respectivos súbditos. Consignemos el nombre del' benemérito Alcalde: D. Pedro Mesa, el cual tenía pocos imitadores. El P. Esteban elogió, al despedirse, a tan piadoso caballero y al público que se aprovechó muy bien de lci Misión. El 28 se celebró la despedida, apoteósica como las an– teriores. Y se dirigió hacia Tiarriba, distante diez y seis le– guas, camino que hicieron en dos jornadas, siendo la se– gunda de nueve de la mañana a dos de la tarde del día 30. En Tiarriba había iglesia, cura y campanario, lo que consideraron como una gran suerte. Avidos de ·oír las cam. panas, significaron al Párroco la <;:onveniencia de echarlas a vúelo inmediatamente. Y sus ecos resonaban alégres en lejanos . caserios. En aquel municipio abundaban las ricas haciendas o ing-enios y predominaban los blancos sobre la gente de color. El Cura y el Alcalde mostráronse disgustados con la presencia de los misioneros. El primero se excusó con su pobreza y se negó a prestarles hospedaje, y añadió que la iglesia amenazaba ruina por momentos. El Alcalde ale– gaba que no tenía orde-q del Gobierno para enviar a bs· Alcaldes pedáneos o cabos, aviso alguno relativo a los ac– tos de culto. No es aventurado juzgar que ambos se -habíun puesto de acuerdo para ech.ar a paseo a los misioneros. El bondadoso P. Esteban supo disimularles, y con arte y habilidad logró ganar sus corazones. En efecto, transcu– rridos algunos días, cambiaron de actitud; y tanto ellos como otros elementos hostiles, simpatizaron con los Padres y se mostraron entusiastas panegiristas de la Misión. Se celebraton dos Comuniones generales nutridísimas, de más de mil personas cada una. Ni uno sólo de los amanceba– dos se resistió a entrar por las vías de la moralidad, ni siquiera los ricos propietarios, que solían ser los más' alti· vos y obstinados. El día· 21 terminaron en Tiarriba. El 22· se trasladaron a la hacienda «La SimpatÍa», del distrito de· Yaguas, donde dieron una serie de instrucciones a los negros esclavos del propietario D. Gustavo Heredia. 'El 27 ' pusiéronse muy de madrugada en camino, lle· gando a mediodía, después de seis leguas 'de marcha, al pueblo «El RamÓn>• . Y la misma tarde comenzó el P. Este· han sus llamadas a Misión con los zumbidos de su ronca

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