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La Isla de Cuba 153 .Como iglesia de montes, la rodea un hermoso campo, y éste se veía tan lleno de cabalgaduras, que parecía una feria. •Como se había anunciado con tiempo que el día de San Pedro por la tarde se daría la bendición papal, todos se apresuraron a asistir. Los vegueros abandonaron sus estancias y vinieron por última vez; y el concurso fué de los que jamás se han visto aquí. La. función comenzó a las seis y se acabó a ías diez menos cuarto de la noche. El día 3 de julio se celebró la Comunión de niños y niñas. • Tanto el P. Esteban como su compañero debían estar rendidos de cansancio; más el primero que el segundo, porque a cargo de aquél corría siempre el sermón de la noche, que solía ser vehemente y patético. Daba e.n él rienda suelta a los afectos, a la indignación contra la ini– quidad, contra el enemigo común de las almas. con após- 1rofes vivos. -Tomaba el Crucifiio más de una vez durante el sermón, que solía ser de ~na hora aproximadamente; lo levantaba en alto, le interrogaba y , dialogaba con él <:omo si viera a TesucristÓ vivo sufriendo en la cruz; lo alargaba hacia el público y hacía que dialogasen todos con él; luego lo estrechaba, lo besaba, lo _regaba con lá– grimas. Y ya el auditorio no podía resistir. Hasta· los hom– bres más duros rompían a llorar. Y terminado el sermón, buscaban al P.- Misionero, a quien consideraban ya como un profeta resucitado y venido del otro mundo. Pero el mi– sionero quedaba por .unas horas como a gotado de fuerzas. A pesar de su f.atiga, se trasladó inmediatamente a la aldea de Guaninicum-Leonart. Pertenecía este pueblo fl la parroquia de Morón; pero sus habitantes no habían asis- 1ido a la Misión a causa del pésimo estado de los caminos Y de las lluvias, no menos qÜe de la respetable distancia. Vivían en caseríos aislados en los· campos, por lo que parecía difícil congregarlos tantas veces cuantos habían de ser !os días de la nueva Misión. No existía templo, ni <:apilla, ni nada que se le aseme jara. Puede suponerse que la gente se ha llaba embrutecida por la ignorancia. ¿Podía esperar el Siervo de Dios algún fruto positivo? ¿Habrá un -éxito o un fracaso? El P. Esteban jamás preguntaba eso. Lo veremos en el capítulo siguiente, en el que además ae refieren dos casos admirables.

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