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1 152 El Padre Esteban de Adoain ramada, Guaninicun-Arriba y Guaninicun-Leonart, todas i!n. portantes. La única iglesia que existía se hallaba aislada en un campo, perteneciente a Morón. Pronto se esparció la noti cia de la llegada de los misioneros y del celo y ardor y vehemencia con que el P. Esteban predicaba, A pesar de las lluvias casi diarias, era el concurso enorme; y el en tusiasmo y devoción iba creciendo de día en día, con la particularidad de que el número de hombres era mayor que el de mujeres, llegando casi todos desde larguísimas dis tancias (1). Cuando anunció el P. Esteban qué día debía principiar la tarea de confesiones, comenzaron a afluir én masa. Los primeros que solicitaron la absolución y penitencia, fueron numerosos hombres de treinta años de edad que jamás se habían confesado, así como muchachos de veinte y más años. Lloraba nuestro egregio misionero de emociór{ y no cesaba de exclamar: ¡Qué alegría, qué satisfacción, qué placer! Y en su diario deja correr la pluma después de estas exclamaciones, y añade: «Siendo la iglesia tan reducida, determinamos tener la Comunión general en dos días. El día de San Juan fué la primera. ¿Y quién podrá descnbir . la alegría y entusiasmo de aquellas gentes al acercarse la hora de recibir aquel manjar espiritual que jamás habían gustado? Desde este día todo fué viento en popa. El tiempo mejoró, los caminos se secaron, el concurse se triplicó, los corazones se ablandaron, los ojos limaron y las lenguas pidieron públicamente confesión. »Fué tal la muchedumbre de los que solicitaban confe sión, que hubimos de permanecer doce y catorce horas dia· rias entregados a la tarea de absolver penitentes. El día de San Pedro se dió otra Comunión general. Si la primera fué de gran placer para los misioneros y de suma edifica ción para todos, por la mucha más concurrencia de hom– bres que de mujeres, pero hoy llenó de júbilo a los de– siertos la numerosa turba cristiana ·de ambos sexos que h!l corrido a alimentarse del maná divino. (1) Las lluvias, que caracterizan la estación del verano en las Antillas, caen a torrentes; son verdaderos diluvios. Los ríos se hinchan en un momento y todos los llanos quedan sumergidos (Geografía Universal, por Malte-Brun. Tomo II, pág. 502.)

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