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150 E,. Padre Esteban de Adoain ciliaba a Jos enemistados, apaciguaba revoluciones; y más. de una vez detuvo el curso de la peste, como se dirá en su. lugar. El P. Esteban amaba con verdadero delirio a la Virgen con el título de Pastora Divina de las almas. Confiesa en sus escritos que todos los éxitos apostólicos los debía a la celestial Pastorcil!a. Cuando consigna en sus Cuadernos el entusiasmo loco de las muchedumbres al despedir al mi– sionero, atrib4yelo a la devoción y ternura que la Divina Pa~tora despertaba en los pueblos. El P. Esteban se lo debe todo. Sin Ella no hubiera sido el misionero del siglo XIX. A Elia acudía en días de amargura, cuando se veía calum– niado y perseguido. Pedíale fuerzas cuando se sentía aba. · tido por la ruda tarea diaria; o cuando, devorado. por la fiebre, se le apagaba la voz; cuando sus cansados miem. bros reclamaban una hora de tregua. Ante la imagen de la Divina Pastora lloraba rogando por la conversión de algún pécador obstinado o de algún pueblo rebelde. No se concretaba a predicar sus misiones en las igle– sias de pueblos crecidos. Llegaba hasta las aldeas más es· condidas e. incomunicadas, que carecían de templo o ca· pilla. Utilizaba el local que le parecía más indicado por la amplitud de sus dimensiones, . y a veces lo barría y lirn· piaba con sus manos. Con frecuencia tenía que construir anchurosos cobertizos de enramada, para que se pudiera • guarecer el mayor número posible de personas en días de lluvia o de sol. En más de una ocasión transformó en igle· sias las amplias cocinas de algunos cafetales o ingenios. Penetró hasta los. parajes a donde no llegó la codicia de los ·comerciantes. ·Mi vida, enteramente apostólica. no es para atesorar, escribía a un hermano suyo desde Cuba. Te aseguro que en la actualidad me hallo. Ein un real. ·Y así me encuentro mil veces más contento. Jamás he recibido limosna por la predicación ni por las Misas, y sin embargo, todo me so· bra. ¡Dios 'sea bendito en todo y por todo!» (!). Párrafo más intere~¡;ante que este no se halla en la ¡¡.. teratura de los más egregios héroes, ni en los epistolarioS· de los Santos. (1) Carta a su hermano D. Martín, fecha Pascua de Resu· rrección 1854.
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