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La Isla de Cuba 145 .La mayor parte de los que van a Cuba, escribía D. Fran– cisCO Aguilar, no llevan intención de quedarse en la isla, sinO ·de enriquecerse en poco tiempo con el comercio, o de prosperar en la carrera. Casi todos son solte~os; y si son casados, no han llevado la familia. De donde resulta que allí forman uniones ilegítimas, que abandonan al ausen– tarse definitivamente del país. Y roto el freno del pudor pú– blico por la continuada repetición de actos semejantes, y auxiliadas las pasiones por las cualidades del clima y por la crasa ignorancia, el vicio se hace general. llegando a ;nirársele como cosa natural e irreprensible» (1). «Ningún país cuenta en proporción a su población, decía el General Concha, tanto número de niños abandonados, tanto de la clase blanca, como de las de color, a causa de las relacio– nes ilegítimas» (2). De estas observaciones de dos testigos se deduce que o en Cuba tenía derecho todo el mundo a hacer el «Tenorio» con mujeres de cualquier color. Y esto durante todo el tiem– po que le dictaba su capricho, o su concupiscencia. Esa era le< moda. Y a se adivina que el deseo de remediar males de tan gran calibre, .había de acarrear al celoso apóstol, lo mismo que al Arzobispo, gravísimas contradicciones y serias aven– turas. Al comenzar en 1851 el recorrido de la Isla, ¿se dió cuenta el Padre Adoain de la labor difícil. ruda y peligrosa que le esperaba? Indudablemente que sí. porque en el año transcurrido desde su arribo a Cuba pudo ver el problema moral palpitante y estudiar el teatro de sus apostólicas .ac– tividades. El P. Esteban no conoció el desaliento o la co– bardía ni un solo momento de su vida, .ni lo ·conoció en Cuba. Pero no iba a luchar sólo con la inmoralidad y con la ignorancia o la hostilidad de seres obstinados, tenía que habérselas con la dificultad de un clima mortífero. En Cuba hay ríos qué forman inmensas ciénagas cu– biertas de vegetación, cuyas aguas no tienen salida al mar. Está surcada la Isla por una red de ríos, riachuelos Y bajos pantanosos, que, si le comunican fertilidad, la ha- - (1) Excmo. D. Francisco Aguilar, Vida del P. Claret, pág. 181. (2) Palabras del General Concha, Memorias, pág. 56. 10

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