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144 El Padre Esteban de Adaain forma.do, ignorante. Los pocos sacerdotes . que había eran casi inhábiles para el sagrado ministerio. Mucho;; estaban sometidos a ·penas canónicas, y no pocos procesados por autoridades civiles. El santo Arzobispo Ciare! expuso al Gobierno de Ma. drid varias veces la necesidad de atender al clero de Cuba añadiendo que las iglesias estaban arruinándose, habiend~ sido cubiertas algunas con ramas y paja. En la Isla había escuelas privadas libres; pero no po– dían asistir a ellas sino los hijos de los ricos. Para las cla– ses pobres existían escuelas municipales, mas no se urgía la asistencia de los niños. El número de analfabetos pasaba de un se!!'ln!a por ciento. Los jóvenes de las familias más acomodadas eran enviados a centros docentes de Estados Unidos, de donde regresaban 'con odio a España, y soñando en ser cada cual el Bolívar de Cuba. Las autoridades de la Isla no podían desarrollar una labor a fondo para civilizarla; porque era muy poco el tiempo que disfrutaban del cargo. Desde 1812 hasta 1854 las riendas del Gobierno de Cuba cambiaron de mano hasta dieciocho veces. Es decir, que cada Gobernador o Capitán General era sustituído por- otro a los dos años de su llegada a La Habana (]). ¿Cómo podían hacerse cargo de los problemas de la Isla y de las necesidades de sus habitantes? ¿Cómo sentir cariño e interés por el país? No es extraño que en aquella Isla reinase la inmora– lidad más desenfrenada con absoluta libertad. No se co– nocía el sentimiento del · decoro.. La lujuria tomó carta de naturaleza. Sus manifestaciones más repugnantes no eran consideradas como delito. El P. Claret y el P. Esteban hubieron de preocuparse de una enorme plaga moral: los concubinatos escandalosos. (1) Lista. de los gobernadores de la. isla. de Cuba., que se su– cedieron durante el indicado tiempo: Someruelos, Ruiz de Cepeda, Cienfuegos, Cagigal, Nicolás de Mahy, Kindelán, Vives, Rocafort, 'facón, Ezpeleta, Téllez, Valdés, O'Donell, Ronca.li, Concha, Cañedo, Pezuela, otra vez Concha. Y poco después, en solos diez años se sucedieron hasta siete gobernadores en aquella infortunada Isla– (Véase «América, Historia de su Colonización, Dominación e In~ dependencia», por José Coroleu, Tomo III, Cap. XXVII, pág. 71 Y siguientes.) ·
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