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138 El Padre Esteban de Adoain de ambos ofrecía otro contraste. El P. Adoain cuidaba prin– cipalmente del fondo, de la doctrina, de los afectos de con– trición y amor a Jesucristo. El P. Jacinto cultivaba más la forma, elegía temas que suelen llamarse de actualidad y los trataba con acicalamiento de frase. Ambos Capuchinos. eran estimados. Pero el P. Esteba n atraía mayor número de oyentes. A este hombre de Dios acudían los pecadores arrepentidos y los que afligidos por angustias de concien– cia, buscaban consejos y luces sobrenaturales. Los mori– bundos anhelaban la bendición de tan penitente Misionero y llamábanle para tenerle a su lado en la hora suprema. Era demasiada felicidad para un apóstol la que disfru– taba el Padre Adoain. No podía tardar alguna nueva nrue– ba dispuesta o permitida por la Divina Providencia. ,- En efecto, dice el mismo P. Esteban: «Yo seguía, como siempre, predicando en las principaies iglesias de La Ha– bana. PeYo el demonio, que no duerme, levantó una bo– rrasca contra mí; tomó parte la autoridad eclesiástica y tuve que pasar el año 51 a Santiago de Cuba.» (Ibidem.) ¿En qué consistió la célebre tempestad de La Habana? El Padre Esteban no lo explica, por respeto al Prelado· de aquella Diócesis y por caridad para sus compañeros de sacerdocio. Ni la explica biógrafo alguno del Siervo de Dios. Nos lisonjeamos de que podemos rasgar el velo de lo in– cógnito y satisfacer cumplidamente la curiosidad de los devotos de este hombre de Dios, que nació para sufrir. La nube negra se incubó, como era de esperar, en Gua– nabacoa. El Padre Mendívil, Presidente de los cinco Reco– letos de aquella villa, no se resignaba a abandonar su cargo y su convento. Se dirigió al P. Esteban y le declaró que en manera alguna podría desposeerle de sus derechos; que ~enía Real Cédula, en la cual los apoyaba como invio– lables, Cédula que ya había exhibido ante el Capitán Ge– neral de la Isla. Y que, en consecuencia, estaba decidido a entablar un pleito ruidoso, acudiendo al Supremo Go· bierno de Madrid. El Padre Esteban· quiso averiguar si todo aquello era cierto y se personó ante el Capitán General, el cual le dijo ser •1erdad cuanto afirmaba el P. Mendívil. Cerciorado de ello, dirigió al Sr. Obispo con fecha 8 de octubre un comunicado, exponiéndole llanamente cuanto ocurria y añadiendo: <Desisto, pues, del proyecto de re·
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