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120 El Padre Esteban de Adoain violentas, que si hubieran sido un testimonio del aprecio en que se le tenía, podrían complicar la situación, ocasio– nando tal vez algún acto de venganza por parte de los go– bernantes. Muchos meses después de su salida de Maracay, lle– gábanle cartas de sus antiguos feligreses, qué expresaban la amargura que ·les había producido la determinación a r– bitraria del Gobierno. A la vista tenemos una, autógrafa de María Rosario Hortelano de 28 de junio, según lci cual to– dos conceptuaban un verdadero trastorno la salida y ausen– cia del Padre Adoain: el templo parroquial nuevamente abandonado, las Asqciaciones piadosas, singularmente la de la Virgen de los Dolores, en ruinas. «Esperamos -aña– de- que vendrá Vd. a reorganizadas; hay personas que lamentan el desamparo espiritual. y en su nombre suplico a Vd. que nos dé esperanzas de que ·volverá. Yo creo que mientras que Dios nbs tenga en este mundo, debemos vivir con espera nza. etc.» ¡Lo que ve y entiende el pueblo, no lo veían ni lo en– tendían los potentados que debían regirlo y gobernarlo!

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