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112 El Padre Esteban "de Adoain 1' de su noviciado. Ademcís, la noticia de sus aventuras apos– tólicas había llegado a oídos de los religiosos de Ustáriz y era muy bien conceptuado por su espíritu acendrada. mente Capuchino. •Los Padres misioneros navarros en Ve– nezuela, ganan las ·almas para Dios a centenares», escri– bía el Padre Comisario Apostólico, Padre Fermín de Al– caraz, en carta dirigida a los de Ustáriz en 4 de diciemb_re de 1843 y añadím .Son allí distinguidos con el nombre de Angeles del Cielo» (l). •El edificio-convento de Ustáriz era tan sumamente estrecho y desacomodado, que justamente se habían po– dido arreglar seis celdas mucho más pequeñas que lo es– tablecido en las Constituciones de los Capuchinos. De una pequeña cocina se habían hecho dos dependencias: la celda del Prelado y un recibidor. Uno de los Hermanos dormía en una tejavana donde con paja larga había for– mado una especie de cabaña en la que tenía su tari- ma» (2). · Nuestro Padre Esteban, que aunque al embarcarse ha– bía experimentado gran mejoría en su salud, se hallaba sin fuerzas todavía, pero se sometió al tenor de vida adoptado por aquellos hombres que par~Ían de resisten– cia sobrehumana. Sa ccmtaban los maitines a media noche con pausa y gravedad. Se disciplinaban tres veces por se– mana. Ayunaban tres cuaresmas; todos los viernes y sá– bados del año, sin tomar nada hasta el mediodía. Algunos días ayunaban a pan y agua. La pobreza en las estrechas celdas era extrema. La cama era de tablas, sólo algún Pa– dre usaba jetgón. Aquella casa y aquel tenor de vida escogió el P. Es· íeban para reparar sus fuerzas · agotadas y purificar su sangre. ¡Menguado remedio! Sin embargo, no estuvo ocioso. Ejerció laudablemente y con fruto su sagrado ministerio, como rezan las Letras Testimoniales que le fueron otorgadas por su Superior el P. Juan de Vera. En lo cual hubo mas mérito de lo que pu· diera creerse, pues, debiendo predicar en vascuence, tuvo que dedicarse una temporada a estudiar y practicar un idioma que casi había olvidado en absoluto. (1) Memorias y Obse;vaciones del P. Angel de Pamplona, pág. 3. (2) Ibid.

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