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.El fracaso de la Misión 107 ---------------- va le ese fastuoso sillón en que usted se sienta hubiera te– nido yo dinero suficiente para fundar un pueblo entre sal– vajes. Con la cuarta parte de la comodidad que usted goza hubiera yo tenido salud para trabajar años enteros en cli– ma mortífero. Con !O que ustedes gastan en diversiones ::ada noche, hubiera tenido yo de sobra para labrar la fe– licidad de muchas familias salvajes. »¿Tienen ustedes noción del derecho, de la justicia, del deber y de la equidad? ¿Tienen ustedes noción de lo que es un contrato? Si la tienen, ¿cómo exigen a un misio– nero, a un ministro de Dios, condiciones que jamás le fue– ron impuestas y que él no debe aceptar? ,No ignoro que ustedes están en posesión del poder. Y en consecuencia creen ustedes que son el derecho, que son la ley, sin que nadie pueda reclamar. ¡Ah!, por .lo me– nos son ustedes la fuerza, y yo comprendo que no me queda más remedio que callar. Un caso más en que el de– recho sucumbe ante la arbitrariedad. »No 9an pasado aún, ni pasarán, los tiempos en que Juan Bautista yace en el sótano amarrado con cadenas, mientras encima de éL en salón fastuoso, ríen los potenta– dos que gozan del mundo .. » Si este hubiera sido el proceder del P. Esteban Y . este su lenguaje al entrar en Caracas, ¿quién le hubiera recri- minado de injusto? · Sin. embargo, el Siervo de Dios, el humilde' hijo de. San Francisco, el apóstol abnegado se concretó a pedir limosna una vez ·más. Y dos caballeros católicos, los hermanos D.. Tomás y D. Angel Aguerrebere, sobrinos de las piado-. sísimas damas D.• Sebastiano y D.". Isabel Echenique, ha– ciendo honor a su piédad, a su prosapia y a su apellido, lo acogieron caritativamente, como lo hubieran hecho con el más querido de sus hijos. Su sañuda enfermedad nunca le abandonaba, aunque a temporadas le daba alguna tregua. Había días en que el P. Esteban se creía con fuerzas para hacer algo y enton– ces predicaba, oía confesiones, ejercitaba su espiritual mi– nisterio con muchísimo fruto y con aplauso universal. Pero luego recaía y veíase sepultado en el lecho sin poder mo– verse y con la debilidad del que está a las puertas de .la muerte. Sus bienhechores, que eran médicos, lleváronle a los

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