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... 106 El Padre Esteban de Adoain ----------------- Gü\güe, trasladándose allá el día 22 de junio en compa– ñía del P. Hernani, que ya no quería abandonarlo, temiendo un desenlace fatal de la enfermedad pertinaz del Siervo de Dios. Cuatro meses permaneció en Güigüe solícitamente a~is­ tido. Experimentó notable mejoría. Pero, como no se veía una curación franca, se persuadió que er.a n~cesario ir a Caracas a ponerse bajo la dirección de algún médico in– teligente. Y ásí lo hizo, poniéndose en viaje el día 15 de· octubre y llegando a la capital el día 29. Era el año 1844. Tantos viajes y traslados · constituyeron para nuestro P. Esteban una dolorosa odisea que agravaba su enferme– dad. Un apóstol como él que había abandonado su Patria: desinteresadamente para bien de las almas de aquella na– ción, se ve precisado a mendigar, enfermo, sin recursos, abandonado por los que le llamaron y prometieron ayuda. De Guachara a una selva, de lci: selva a Achaguqs, de allí a San Fernando, después a Güigüe, más tarde a Valen– cia, vuelta a Güigüe. Por fin a Caracas y siempre sin un céntimo, fiado en la caridad de un par de amigos que tie– nen que socorrerle, si rio lo habían de ver muerto de con– sunción y de miseria. Un año entero de marchas y contra– marchas. Un año de enfermedad grave .. Pero siempre optimista, siempre .trabajando con espí- . ritu de gigante. Al llegar a la. capital de la República de Venezuelc;t, eta muy natural que se hubiese encaminado al palacio del Gobierno y que hubiese ' buscado al ministro de Estado y al secretario del Departamento del Interior y Jus– ticia. Debía haberse presentado ante ellos tal y como es– taba: vacilante, demacrado, amarillo, hecho un fajo de hue– sos y nervios, con los ojos hundidos; y cuando ellos creye-· sen que estaban ante· una aparición de ultratumba, d,ebería hablQ:r el P. Adoain con aquellos labios quemados por la fiebre, con aquel acento de moribundo: «jNo, señores, no! No soy una aparición, soy el' misionero de Apure; soy el desterrado de sn Misión, el que vino de Europa ·fiado en la lealtad de usted y del Gobieni.o todo de Venezuela. Soy el mismo a quien han tenido sepultado vivo en una selva, el que ha vivido de limosna; el que ha tenido que andar errante¡ sin amparo. Y este sér abandonado es aquel a: quien ustedes prometieron abundancia de recursos, protec– ción sin límites, ayuda para todo momento. Con lo que

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