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El fracasa de la Misión 105 El Sr. Arzobispo de Caracas, que se hallaba en Vic– ioria haciendo la . Visita Pastoral. sabedor de lo ocurrido, escribió al P. Adoain una sentida carta, condoliéndose de la grave enfermedad de los misioneros y de su separación .de la Misión; les aconsejaba que pasaran por Caracas y se. presentasen al ministro de Estado, el c1,1al sin duda mo– -dificaría las. disposiciones dadas acerca del famoso jura– mento, ya que tenía empeño en que continuasen su misión y confiaba en absoluto en la abnegación de los misione· ros. A lo que .el P. Adoain contestó respetuosamente que todo lo conceptuaba inútil y' que no se fiaba de semejante Gobierno de Caracas. El día 31 de diciembre se embarcaron para San Fer– ·nando y - de allí pasaron a Güigüe, donde abrazaron a los -de la Misión de Caribén, que pasaban para Caracas. En casa del Párroco de Guigüe, P. Cirilo de Pamplona, .Capuchino, quedaron el P. Adoain y el P. Hernani descan– sando, a ruegos del mismo Párroco, quien deseaba aten– ·der a la curación de ambos con la solicitud de una madre. Llegó la Cuaresma y ·nuéstro P. Adoain se avergonzab'l .de estar ocioso. Aprovechando un'a ligera indicación del P. Cirilo, predicó una Misión que fué de extraordinario fru· lo. Entre tanto el P: Hernani. que se había restablecido per- 1ectamente, se trasladó a Valencia, donde predicó hr Se– mana Santa. Terminada la Cuaresma, el P. Esteban pasó también a Valencia. Se hallaba agotado de fuerzas, pero sintién– -dose mejorado, se entregó con el mismo celo y ardor de siempre al ministerio apostólico. Predicó sin cesar. Dió ins– ·trucción religiosa durante varios días a los presos d€ la cárcel. los confesó para que cumplieran con Pascua y los preparó oara recibir la Comunión, llevándoseles con ara;' .solemnidad. - Es incomprensible cómo este hombre de Dios, sacaba fuerzas de flaqueza. Su celo 'por la salvación de las almas no le dejaba descansar. Era imposible su curación. La fie– bre no abandonaba_ aquélla naturaleza debilitada. y em– pobrecida. El héroe tenía la voluntad de hierro, pero no el -cuerpo, que por fin cayó en tal abatimiento, que se pensó iba a sucumbir a la furia de la fiebre. El P. Jacinto de Verá, .capuchino, que se hallaba en Valencia, hubiera querido cuidarlo personalmente, ·pero el P. Esteban prefirió ir a

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