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104 El Padre Esteban de Ad6ain ya no queremos nada con ·el Gobierno, ya no le creeremos más! ¡Nos ha engañado! El día 6 de octubre se despidió el Padre Esteban de aquel país en que dejaba sus sudores, su sangre, su salud , y.. ¿por qué no decirlo?. su c;,orazón. Mucho esfuerzo de– bía hacer· para contener las lágrimas en los ojos. Y, como ...., los de Efeso a San Pablo, los espirituales hijos del misio– nero deducebant eum ad navem, le acompañaron hasta la canoa. Tanto él como el Padre Hernani, estaban acabados po~ ia. fiebre que aun hacía presa tenazmente en su or– ganismo. Sin fuerzas físicas, calenturientos y sufriendo una im– presión moral cruel. comenzaron su navegación tendidos en el banco de la diminuta ·nave. Cuando aun se hallaban a la mitad ·del trayecto en ruta hada Achaguas, un alma ca– ritativa se compadeció de ellos, les invitó a entrar en su casa para evitar que murieran durante el viaje y les cuidó quincé días lo mejor que pudo. En cuanto supieron los in– dios de las inmediaciones dónde se hallaban los misione- . ros, acudieron en gran número a visitarles, pidiendo con– fesarse, legitimar sus matrimonios y bautizarse. Y ambos misioneros se entregaron al trabajo en cuerpo y alma, co– mo si no estuvieran gravemente enfermos. De este modo les era imposible el atender a su salud. «Después de haber sufrido miles de trabajos, dice el Sier– vo de Dios, no sólo por la fiebre, sino por el excesivo calor durante el día y por la . plaga de insectos durante la no– che, por fin llegamos a Achaguas el día 29 de octubre. Aquí tomamos algunos medi.camentos, con los que mi compañero se restableció inmediatamente. Pero yo seguí con la misma enfermedad. »Con fecha 7 de noviembre, contestó el Supremo Go– bie,rno ·al gobernador de Apure. y 'decía así: "Siendo cons– tante que los misioneros · han prestado servicios al Go– bierno, se les dispensa por motivos puramente de equidad del pago de lo que adeudan al Tesoro... » Ud. p~ 31.) Al leer este texto del oficio del Gobierno, viene la son– risa a los labios. ¡Qué generoso, qué espléndido el Go– bierno al perdonar a los misioneros el reintegro de gastos al Tesoro Nacional! Sin quererlo; viene el recuerdo de la fábula de Micifuz y Zapirón, dos felinos prudentes, que des– pués de devorar el capón, acordaron no comerse el asador.
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