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El Padre Adoain entre los salva;es 95 -----------·~~~~~:~~~~~~~~--------~ ras, que luego de pasado el invierno (antes de tres me– ses) irían ambos misioneros a visitar a los chiricoas, para conocerlos y ponerles en condiciones de poder disfrutar de las ventajas de la civilización. . Y a para aquella fecha iban muy adelantados, y casi para terminar, los irabajos de construcción de casitas de 1roncos y ramaje, para fundar tres pueblos con más de 1rescientas familias. Fundábase uno en Guachara mismo, junto a un caño que desemboca en el río Arauca. Otro en Corocoro, junto al río Cunaviche. El tercero en Barandul, junto al Carcanajmro. El Padre Adoain escogió los tres puntos próximos a los ríos, atendiendo a la mayor facilidad que hallarían los in– dios para alimentarsE¡ de la pesca y para viajar. ¡Cómo dis– fr~taba dando órdenes y disponiéndolo todo! Señaló una brigada para cortar árboles; oirá para el arrastre, otra para el trabajo de construcción. Cada casita que se levantaba , la bendecía como si fuera heredad propia. Hacía de arqui– tecto, de capataz, de operario, de jefe. ¡Cuán risueñas es– peranzas! Estaba echando los fundamentos de la civiliza– ción de un territorio inmenso, que pensaba conquistar para la Iglesia. El Siervo de Dios·, si~mpre Óptimista, abrigaba las más halagüeñas esperanzas. Pretendía ensanchar el campo de sus espirituales conquistas. Soñaba en ganar para Dios y para la Iglesia toda la salvaje región de Apure, estable– ciendo contacto con la misión del Pa dr'e Guillermo de Uaar, que como s<; dijo, se hallaba en Caribén. - Llamó un día a todos los corregidores, gobernadores y otros indios iníluyentes. Les habló en tono muy familiar, pero muy calurosamente. Les manifestó sus futuros planes: Les exhortó con viveza a que le secundaran. Para comen– zar a vivir en los tres pueblos con el· decoro propio de se– res civilizados y de . buenos cristia nos, era necesqrio que todos cubriesen su desnudez con vestidos semeja ntes a los de las ciudades. Prometióles proporcionarles todas las prendas necesa– rias, pero les exigía una condición muy sencilla y fácil: que cada familia entregase al misionero dos chin.chorros, que él vendería en Achaguas o en San Fernando, para poder comprar ropas .de todas clases.

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