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ANUARIO MlSIOSAl. 89 ------ Que el Señor siga sosteniendo este brillante resurgir del plan– tel de misioneros de esta amada Provincia Navarra-Cantabria·Ara– gón, y que sean miles y miles de almas las que por su ministerio, se conviertan a nuestra santa fe y que el pueblo filipino, la Roma del Oriente, permanezca fiel a la Iglesia de Jesucristo y dará dfas de gloria a Dios y a la bandera de su Patria. Hace ya más de tres siglos que los primeros misioneros depo– sitaron entre los m1turales de este riquísimo Archipiélago la semi– lla del Catolicismo con tan halagüellos resultados como pueden ad– mirarse espigando en la pasada historia. Durante tres centurias consecutivas ha vivido dichoso, tranquilo y flcreciente el pueblo filipino, sin sentir las turbulencias de la polltica y descansando tranquilamente a la sombra de la Cruz. En este periodo ha gozado de las ventajas de la vida sencilla, sin anhelar los relumbrones pla· ceres del progreso y sin envidiar a otros pueblos més avanzados de la humanidad. A pesar de las numerosas sectas protestantes que cuentan coit poderosos medios de atracción, no obstante el cisma aglipayano con su tinte de independencia monopolizado, a pesar de la indiferencia de muchos acerca de toda religión, se acaricia la esperanza de que, dada Ja actividad desplegada por las Ordenes Religiosas y su santí– dad en las costumbres, los católicos del Archipiélago, secundando la historia de sacrificios y de abnegación de sus Mi:;ioneros, alla· dirán nuevas páginas de gloria a la Historia Eclesiá~tica de Filipi– nas y entonces un coro lonnidable de valientes de Cristo entrará en batalla, entonando con el rostro vuelto a la Perla del Oriente, la audaz y brava estrofa del malogrado poeta filipino José Maria Garda Collado: La impiedad no quitará, en sus conjuros ni esfuerzos extraordinarios la Cruz de tus c11mpanarios ni la piedra de tus muros. B. L 01 LA
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