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A.WARIO MISIONAi. tinuar en la escuela y abrszar nuestra celestial y divina doctrina. (1) Y este horario y programa de estudios imperaron con liger11s variantes en todas nuestras escuelas de Carolinas. El nombramiento para maestros hacíase por el Gobernador General de Filipinas a propuesta de la Dirección General de Ad· ministración Civil-Negociado de instrucción pública-percibien· do cada maestro, en concepto de tal, un sueldo mensual que oscila· ba entre los 11 , 15 y 12 pesos filipinos. Réstanos ya solo afladir que los métodos de ensenanza de nuestros Padres merecieron sincerísimas alabanzas del primer Go· bernador alemán y protestante de Ponapé, y dieron el magnifico resultado, al decir del P. Saturnino de Artajona en su carta poco ha citada, de convertirse muchos indígenas y los cuatro reyes de Kiti, Chocas, U y Not. Por la tarde los Misioneros preparaban de 3 a 5 a los catecú· menos en los locales de la escuela para lo recepción del bautismo, y después salían a propagar la fe, confirmar en ella a los nuevos cris· tianos, asistir a los enfermos y ejercer por doquier todos los oficios de un buen pastor de almas. Mientras nuestras Hermanos se dedi· ceban a sus trabajos manuales, cultivaban los huertos y enseñaban a cultivarlos a los naturales, quienes recibían muy complacidos es· tas lecciones, admirados de une laboriosidad y amabilidad que los enamoraban y dulcemente atraían hacia nuestra Religión. Su con· ducta fué mejorando en forma tal, que hasta los misioneros mostrá· banse sorprendidos al advertir el fervor y puntualidad en la obser· vancia de las prácticas religiosas de sus nuevos cristianos, particu· larmente en los ayunos¡ •pues muchos en caso de duda-escribe el P. Buenaventura de Alboraya-(Cf. Mensej. Seref. Madrid. No· viembre. 1897. n. 0 171) han pasado todo un día sin comer hasta la noche, en que han tomado una ligera colación. Confiesan y comul· gan todos los meses, y aún con más frecuencia; y en la asistencia a la Misa en los dlas festivos son tan puntuales, que, aunque cai· ga una lluvia torrencial no dejen de asistir un solo día.• ¡Satisfechos podían estar nuestros misioneros de su obral ¡Ellos también, e imitación del Divino Maestro, hablan pesado por eque· lles apartadas regiones, haciendo el bien único de salvar almas! (1) A buen seguro que alguno no habrá Podido menos de sonrclr ante el pasaje, digno de las Florecillas, de ese Hermano lego acordeonista. Pues que tenga presente para su gobierno que se trata ea este caso de un 1rtista consu· mado,, de un instrumento tan magnifico que sus notas g11enan a notas de armo· nlum y de que la m(1slca 1 por lA quo sienten verdadera pnslón los carolinos. cJecu· ttlda encualquier ceremonia religiosa, convertlase entre losKanakas, 1egún teatl· monio del Rmo. P. Joaquín de Llevane.ras, en un magnífico altavoz de nuestra fe.
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