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A.'IOARIO MISIONAL opusieran a la pronta venida de las Religiosas misioneras, y que es· tos vivos anhelos jamás se trocaron en realidad. Por el contrario alcánzasenos muy bien que nuestros misioneros de Ponapé no pen· saran en tan magnífica colaboración, dadas la perpetua intranquili· lídad e inseguridad de aquella agitada isla. Las clases tenianse ordinariamente por la maflana, durando desde las 8 hasta las 12, con el siguiente horario y distribución de materias: <A las ocho de la maflana-nos cuenta el P. Luis de Valencia– (Cfr. Mensaj. Seraf. Madrid Abril. 1895. n. 0 140) la campana de la misión anuncia a los escolares que ya ha llegado la hora de con· currir a la escuela. Como quiera que se hallan diseminados y por lo tanto no pueden concurrir todos a un mismo tiempo, es preciso comenzar por la escritura, [para el estudio del espaflol) con objeto de que se hallen todos cuando se hacen las instrucciones tanto re· ligiosas como literarias. A las nueve cesa la escritura, y clasifica· dos, según conviene, por halhsr~t: algunoi; mucho más adelantados que otros y separados también los hombres de lasmujerts, comien· za la lectura, [del espaflol] la que termina a las diez poco más o menos. A las diez empiezan las lecciones de doctrina cristiana, en la que se hallan la mayor parte muy adelantados. He adoptado por ahora la que ha compuest.> el R. P. Agustin, o sea la traducción del P. Astete (lJ, ya porque a l0s carolinos les gusta más en su propia lengua, ya porque, abrazando este catecismo lo más esencial, es de absoluta necesidad al presente que no solamente lo sepan de me· moria sino que, ayudados de las explicaciones del Misionero, com· prendan los misterios más principales de nuestra santa fe y se ha· llenen disposición de recibir los auxilios de la Religión, caso que se hallasen el di!l de mañana en peligro de muerte, y también para que vayan distinguiendo la diferencia de doctrina y puedan ingresar si gustan, en el seno de nuestra santa Iglesia Católica, que repetidas veces se les ha explicado ser la única fundada por Jesucristo y pro· pagada por sus Apóstoles, de quienes la hemos recibido nosotros, as! como el origen de donde procede su errónea secta y los moti· vos que tuvo su diabólico fundador al separarse y arrastrar en pos de si tantos desgraciados, que, muy conformes con sus depravadas (1) Tnmpoco he podido dar con ese catecismo del P. AguaUn de Arr~ct. Este servía de texto en las escuelas de Ponapé, como los cotcclsmos de los Pa. dre:s Daniel de. Arbáce,gul y Luis de Or.11.nadu sirvieron, a no dudarlo, de talos en las escuelfts de Carolinos 0ccident.ft1es y P·a1ao1.

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