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ANUARIO MISIONAL 75 un sarde apoyado en la pared, até el otro a un granero de mimbres y acurruquéme en el hueco para oír la confesión de mi viejo. Reza· mos después las oraciones de la mañana; pero cuando revestido ya de los sagrados ornamentos, quise dar comienzo al Santo Sacrificio, temí no poder acabarlo... El Bigotiños, dejado a su propia iniciativa, arrancó con una algarabía de cantos y oraciones, que el salmo del inlroibo se perdía sin rt-medio en aquella mara11a de desconcertados .conciertos. Como el pobre viejo no conoce muchos caracteres, y por otra pi.rte quería dar solemnidad a la flesta,se veis prec.isado a lle– nar de filigranados calderones, los muchos huecos que hallaba en Kensu.. 8 1atf1mo de •dultos et día de S •b1do ~anto. las oraciones que suelen rezar durante la,\\isa.Temeroso,pues,de no pe>der continuar el S. Sacrificio, ordenéle que rezara en voz baja; pero él dispuesto a pasar por indispensable, echó mano de la cam· pa11ílla y púsose a notar con ella hasta mis menores movimientos.... Descuidóse,sin embargo, en el momento de la consagración, y vino· me bien, pues en aquel remanso pude hallar la serenidad que iba ya falté11dome. Acabada la M isa, volvlme a dar la bendiclon a aquel pueblo y a todos los de la cordillera, y advertl que como unas vein· te personas se hallaban arrodilladas unas y de pié otras, guardando religioso silencio; y aprovechando la ocasión les prediqué de Dios que es nuestro Padre, de la Iglesia que es la sociedad religiosa más poderosa del mundo, de la necesidad de hacerse cristianos para sal· var sus almas. Escuchaban ellos con temeroso respeto y una horu después, cuando ensillados los caballos emprendlemos el camino de vuelta, aquellos montes rocosos y helados par1:cian reverdecer con
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