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ANUARIO MISIONAL 35 Pedro Bautista de Tolosa. Ese mismo mes se encaminaron a Tsin– chow nuestros estudiantes, los que con los tres nuevos de Sifeng– chen y tres más que se juntaron en Pingliang, llegaron a trece. Fué lástima grande que, cuatro de los recien idos, decayeran de ánimo ante la dificultad del latín y de lo largo de la carrera eclesiástica que se les ponía por adelante. El primer semestre transcurrió tranquilísimo y los semini:ristas supieron aprovecharlo admirablente; no as! el segundo, en el que, el enemigo de las almas, sirviéndose de personas y manera que más abajo diré, quiso asestar un golpe de muerte a aquel pujantt semi– nario y al Colegio de catequistas que junto a el crecía. Hacia un año escaso que la División del Ejército Nacional ha– bla subido al Kansu con objeto, se dijo, de impedir la entrada en es– ta provincia del ejército rojo que, derrotado por ésta misma división en la provincia de Tchkiang, se había refugiado en las escabrosas montañas de Sze-chuan colindantes con el Kansu, pero en realidad para someter al imperio del audaz Chiang-kai-sek toda la provincia y librarla de las acometidas del inquieto Zung·tian-ing. Grande de· bió de ser la indignación de los pseudo-intelectuales que constituían la plana mayor del ejército y los adláteres oficinistas del Táng p'u (oficina del partido nacionalista chino) que con ellos subían, cuando vieron que, hasta en los pueblos mas remotos e inaccesibles, y en los que ellos inutilmente hablan intentado plantar su oficina nacio· nalista, la Iglesia Católica poseía ya su capilla y residencia. Su in· dignación debió subir de punto,cuando, a la entrada de la gran ciu· dad de Tsinchow, residencia del Generalísimo, se encontraron con los amplios locales de la Misión Católica y las escuelas admirable· mente montadas, con gabinete de Física, y Química e Historia Na– tural (que para si hubieran querido muchos colegios de Europa) y decidieron declarar guerra a muerte a la Iglesia Católica y sus insti· tuciones. Para obtenerlo, todo era lícito: la calumnia, el soborno, el robo, las vejaciones y hasta el mismo asesinato...( Les sirvió de cómodo vehfculo para extendersu ideología y ati– zar el fuego, un infame papelucho que con el título de •La voz del pueblo> vefa cada dia la luz pública en Tsinchow, sin ideología pro– pia, ni fin determinado, siempre a disposición de quien quisiera •untarle"> y bien arrimado al sol que más calentara. Como en nuestro caso los dueños de la ciudad eran precisa· mente nuestros enemigos y en sus manos se hallaban los destinos de toda la ciudad, se puso totalmente a su disposición sin condición alguna y as! se comprende que diera cabida en sus columnas a las
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