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32 ANUARJO MISIONAi. tel, con el fin de hacerles vestir el uniforme militar. Era ese el modo .adoptado recientemente para reclutar soldados, pues los voluntarios escaseaban cada vez más, aterrados como estaban todos por las re· -cientes guerras civiles. Pul avisado de lo que ocurria por el hombre que los acompar1aba, quien me dirigió al cuartel donde los habían encerrado. Pregunté por el jefe, pero en su lugar me salió un cabi· /lo, el cual con frescura inaud~ta me negó que se hallaran por allí aquellos tres jóvenes. Intenté convencerle de lo contrario, pero im· posible. Entonces dije al hombre queme acompañaba; «Vamos a ver a su jeíe, y que le ajuste las cuentas•. Y los dos, con paso resuelto, J1os echamos calle arriba. Oir esto y encaminarse al cuchitril donde los tenla encerrado:., todo fué una cosa. Les abrió le puerta y des· pués de espetarles une serie de maldiciones, les dejó ir en paz. No– sotros fuimos avis11do de lo que pasaba por nuestros criados y como ya estaba alcanzado el objeto de nuestra visita, nos volvimos a casa a celebrar el buen éxih de nuestra intervención. VI. Curso de 1932 • 1933 Los demás seminaristas continuaron en Sifengchen, toda vez que aun no se les encontraba suficientemente preparados para pasar· los a cursos superiores. Aprovechando las vacaciones, se reformó enteramente el local destinado a Seminario. Se abrieron amplios ventanales, se reformaron las paredes, se las baM de cal, se cons– truyó un modesto dormitorio con dos aseados kang, pero, sobre to– do, se reformaron los toscos tablones que servfan de pupitre, susti– tuyéndolos por mesillas individuales bien barnizadas, que vinieron a ser la admiración de toda la ciudad. Entonces si que parecía una bonita escuela..! Pero así y todo presentaba un enorme inconvenien– te: el de la falta de local suficiente. En efecto: el edificio en total no media mas que 20 metros de largo por cuatro de ancho y se ha· liaba dividido en dos partes de las que una se aestinaba a sala de estudio y la otra a dom1iforio. La escuela media diez metros de lar– ga por cuatro de ancho; y en tan reducido espacio, me vela precisa– do a encerrar a mas de 25 alumnos, divididos en tres cursos o sec– -ciones diferentes. Y conste, que existlan más candidatos aún, a los que hubo que cerrar la puerta por falta de lugar.. ! Será fácil que mu– chos piensen, al leer lo que antecede, en las numerosas casas que habían estado ocupadas por los soldados; pues bien: aquellas cases estaban ya enteramente reformadas y convertidas en Convento de Monjas y dependencias de las nir1as de le Santa Infancia; de modo que no se podía pensar en aprovecharlas para Seminario. Muchas
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