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30 ANUARIO MISIONAL so destruyéramos inmediatamente la pared construida el día ante– rior¡ o de otro modo nos tendríamos que atener a las consecuencias. Esto último... muy serios y con el portazo de rúbrica... ! Tres emi– sarios, uno tras otro, nos vinieron con Ja misma cantinela, pero a pesar de todo, ni fuimos acusados, ni se nos presentaron los solda– dos a ocupar la casa, ni hubo ninguna consecuencia a qué atenerse por aquél día al menos. A los tres días se nos presentó uno de los jefes, acompailado del vice-presidente de la Cámara de Comercio, a inspeccionar los lugares ocupados hasta entonces por los soldados, toda vez que era necesario acomodar soldados también en nuestra estación. La decepción del militar fué enorme, cuando no encontró en los patios más que montones enormes de tierra y casas abiertas a todos los vientos: y en tanto grado que, sin poder contenerse, in– crepó asi a su compailante: •Pero, ser1or: usted se figura que noso– tros somos alguna piara de puercos para instalamos en semejantes chavisques?• La lección que le dió fué estupenda y sin tratar de inspeccionar más, se salieron de la estación, pidiendo mil perdo– nes por la molestia y prometiendo no volver a molestamos con sus exigencias. En realidad de verdad, desde aquél dia no nos volvieron a molestar más y as! pudimos dedicamos libremente a organizar nuestro incipiente Seminario. Se hizo un horario bien detallado, se fijaron lecturas espirituales y platiquillas, y se organizaron con mu– cho rigor las clases, a fin de recuperar el mucho tiempo que se ha– bía perdido. Por su parte el edilicio exigía urgentes reformas y a eso nos dedicamos, sin interrumpir, claro está, ni el horario de las clasel>, ni la vida cuotidiana. Mientras nos hallábamos ocupados en esos arreglos, tuvimo¡, otro contratiempo que, u poco más, lo hubi· mos de pagar con nuestras vidas. El ejército vencido, que aun se hollaba en la ciudad murada de Klngyang, quiso dar un formidable escarmiento a sus vencedores. Escogieron para el golpe un dla en que el jefe de le guarnición de Sifengchen se hallaba ausente (28 de abril de 1932). Penetraron de noche furtivamente en la ciudad y, favorecidos por la oscuridad, pu– dieron apoderarse de todos I~ puntos estratégicos. Una vez en ellos y apenas apuntaron los primeros resplandores del alba, rompieron el fuego, que duró nubidísimo durante todo el día, no cejando hasta derrotar por completo a la guarnición y obli– garla a abandonar la ciudad. Nuestra CllSa·misión corrió gran peligro en un momento del ataque, en el que los soldados heridos corrlan a la misión en demanda de cura y medicinas, pero sin desprenderse de su fusil. Al verlos entrar en tropel, los usaltan!cs supusieron sin du-
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