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ANUARIO MISIONAL mar algunos, pero no en la abundancia y proporciones que en estos últimos tiempos han adquirido. Fueron precisas las vibrantes frases de Benedicto XV en su cMaximurn lllud• y de Pío XI en su cRerum Ecclesiae• para apagar aquellas voces, que discordaban de la prác– tica seguida por los antiguos misioneros, especialmente en China, donde gracias a esa laudabilísima práctica, nos es dado contemplar hoy ese aguerrido ejército que tan valientemente pelea por atraer al buen redil de Cristo a tantos hennanos suyos extraviados. 11. Fundación del seminario en nuestra prefectura Afortunadamente en nuestra Misión no han existido ni se han plan– teado semejantes cuestiones, porque para cuando Superiores y súb– ditos tomaron parte en la Misión, la corriente clero-indigenista triun– faba en toda la línea despertando en iodas las misiones una santa emulación por formar muchos y óptimos sacerdotes. Podía decirse que, por aquel entonces, era cuestión que estaba a la orden del día, y así se comprende que al ailo escaso de haberse desmembrado la Prefectura del Vicariato de Tsinchow y no contando más que dos mil cristianos nominales, se hubiera lanzado por unanimidad a la erec– ción del Seminario en el menor plazo posible de tiempo. En con– formidad con ese acuerdo, nuestro Revmo. Padre Prefecto giró una circular a todas las estaciones misionales de la Prefectura, ordenan– do a los Padres Jl\isloneros, que la regentaban, recogieran en sus distritos cuantos jóvenes de buena índole e ingenio fueran encon– trando y de los que, naturalmente, hubiera esperanza de que, con el tiempo, pudieran llegar a ser sacerdotes, y los concentraran provi– sionalmente en Yütuchen. Le estación misional de Huating pudo enviar dos vocaciones decididas y la de Sanchelipu tres; las demás estaciones, aunque se esmeraron en secundar las órdenes de su Superior, no pudieron aca– bar con el amor carnal de sus padres: a los que les dolla mucho desprenderse de sus hijos para cederlos al Seminario. A esos cinco se sumaron varios otros niilos de lo Santa Infancia, que se hallaban en estado de comenzar los estudios, y daban pruebas de acendrada piedad y de buen talento, y con todos ellos se formó un grupo res– petable de candidatos, más o menos declarados, para el sacerdocio. Temporalmente se les reunió en la escuela de la estación misional de Yütuchen, que, por entonces, era la mejor equipada de toda la Prefectura; pusléronse en ella dos maestros cristianos, para que les explicaran las primeras letras, mientras un celoso Párroco los lns– trula en las prácticas de piedad y en la sublimidad de la vocación
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