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ANUAHlO M ISIONAL 19 noche fuimos recibidos por el P. Alfonso, quien arrostrando todo peligro había venido de Pingliang a enterarse de nuestro paradero. Pars llegar aquí hemos tenido que recorrer unos setenta kilómetros. Según las noticias estamos en puerto seguro. Nueva huida No duró mucho nuestra tranquilidad. Al dia siguiente, hacia et mediodía, aparacieran en la aldea unos tipos, vestidos de soldados. Nadie sabe quienes son ni de dónde han venido. Serán ladrones.. . ? Ellos mismos han declarado que detrás viene otro grupo. Han co– menzado a apropiarse algunos animales de los campesinos. En las actuales circunstancias no se puede esperar a una res– puesta definitiva; así que es preciso estar alerta y con el ojo avizor por lo que puede sonar. Mandamos ensillar los animales. Un aviso repentino impide terminar esta operación. El grupo de los desco– nocidos se dirige hacia la estación. Todos los criados se alarman. Cerramos las puertas y huimos por detras de la casa, saltando las tapias y ocultándonos entre los maíces. El tiempo pasa. Los alarmantes desaparecieron. Ignorando qué dirección han tomado ni dónde se han ocultado, mandamos traer los animales y marchamos a Kinchow, pues es ciudad amurallada y es– tá defendida por buen número de soldados. Aquí al menos encon– traremos refugio seguro. Después de tantas peripecias, idas y venidas no tenemos que lamentar desgracia alguna. Hemos conseguido escapar. Transcurridos algunos días, todo volvió a lo nonnal. Todos los misioneros han vuelto a sus respectivas estaciones. Cuán distintas son las impresiones en la ciudad... ! Una mirada y un recuerdo al lu– gar por donde, hace unos días, descendimqs. Al llegar a las estaciones, los comunistas preguntan por el mi– sionero. Al enterarse de nuestra fuga, nos llaman •cobardes•. Yo no sé lo que pasaría si llegara a caer bajo sus garras. De todas ma– neras más vale volar que estar en jaula, porque <con hijo de gato no se burlan tos ratones.• Los mismos comunistas prisioneros han declarado sus sinies– tras intenciones; querían a todo trance apoderarse de Chengyuen. Capturaron a dos espías del mandarín. Uno de ellos consiguió eva– dirse durante la noche y éste fué el que llevó las noticias a Cheng– yuen. Al otro le obligaron a mostrarles el camino más directo y expe– dito para entrar en la ciudad. El prisionero, seguro de su muerte, se vengó de ellos; cambiando de rumbo. Apenas se percataron de que

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