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ANUARIO MISIONAL 45 ciembre) durante el que nuestros Misioneros fueron defendidos por un puñado de soldados y por los Ponapenses cató!icos contra sus compatriotas protestantes sublevados. Aunque estos tres levantamientos, ruina de nuestra Misión, pa– recían enderezados principal y casi exclusivamente contra España, el corazón y la mente de los promotores apuntaban por cima de nues· tra soberanía a la religión católica. No de otra suerte se explica el que los Ponapenses, que tan excelentes relaciones mantenían con nuestros Misioneros, se convirtieran de pronto, engañados con el cebo de la independencia civil, en ciegos instrumentos del odio pro– testante, a pesar de reconocer de palabra y de obra la caridad e inocencia de nuestros Religiosos. También es verdad que nunca osaran cometer tales desmanes ni Jos metodistas norteamericanos ni el reyezuelo Nanapey, principal cabecilla de los levantiscos Ponapenses y jefe de la tribu de Meta– lanim, de no sentirse respaldados por el enorme poder de Nortea– mérica, que tan fuertemente contrastaba en aquellos angustiosos y críticos trances con las débiles fuerzas de la España enfermiza de Gibraltar, de las guerras civiles y de los funestos partidos liberales. CAPITULO TERCERO Propagación Extensiva A-En las Carolinas Occidentales. Así que nuestros misioneros pusieron pie en Yap, fué su primer cuidado el construir una residencia donde albergarse, logrando tras no pequeñas dificultades levantar en Santa Cristina, capital de la Colonia, una casita con su correspondiente iglesia, dedicada a la Inmaculada Concepción, y una escuela. Dicha residencia, denomi– nada por los Misioneros «Santa María de Yap,> fué Ja casa central de la Misión. Esto ocurría en 29 de junio de 1886. El 20 de julio de 1887 erigíase en otro paraje de Ja isla una nueva estación misionera, llamada <San Francisco de Guror,> que,

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