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ANUARIO MJSIONA 149 seilora de Alsasua cuyo nombre callo por no herir su modestia. Su recinto resulta insuficiente cuandv vienen los cristianos de lus aldeas. Funcionan cuatro es· cuelas paganas y una mahometana. Son nota– bles los edificios de las ebcuelas primarias de se– gundo grado. A ellas acuden nuestros niños cristianos, por faltarle al misionero una escuela cuyo sostenimiento au– mentarla sus gastos en unas trescientas pesetas al aí'lo. Páltale también un pe· queño orfanotrofio y un buen dispensario con que poder contrarrestar la in· fluencia de los tres más poderosos caciques del mandarinato que residen en la ciudad y son los Me1numeoto le'\•antado a la memoria del c•n•ul Sin tel. mayores enemigos del misionero: tipos perfectos deljudio usurero. Puera de los edificios mencionados y de la residencial del man– darln, la ciudad no es más que un conjunto de chozas más o menos amuebladas. Para la seguridad de la mismu, así como para la de· fensa de los que habitan en los montes, de ordinario no hay más que unos doscientos hombres con su jefe dependiente del mandarin. Por lo montuoso del terreno y la presencia de tanto mahometa– no es menor la seguridad de los caminos. En el camino Hoating– Pingliang cayeron en manos de los ladrones primeramente el Re· verendísimo P. Prefecto y después el P. Andrés. Hace tres ailos, cuando aún no habla misionero, fué saqueada la ciudad por los la– drones, la mayor parte mahometanos, uno de los cuales le dió un tajo d,e alfange a nuestro catequista en la cabeza que, gracias a Dios, no fué muy profundo y pudo curarse al cabo de un mes. To– maron la ciudad apesar de que había varios cientos de soldados de– fendiéndola; porque, apenas oyeron éstos el primer disparo que los ladrones hicieron desde los montes que dominan la puerta del Oeste
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