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ANUARIO MISIONAL 147 demás cereales y apenas se conocen otros árboles frutales fuera del nogal que abunda extraordinariamente. Han hecho famoso a este mandarinato el cáilamo con sus famo· sas ferías, muy concurridas aun por gentes de otras provincias, que se celebran en los meses.de octubre, noviembre y diciembre: las raí· ces y plantas medicinales que se exporta a otras provincias; sus numervsas minas de carbón de piedra y las ollerfas de la pequeña aldea de Nan Kuyo. Sus habitantes: Muy m'!zclados con gentes del Shensi, Ze· choan y Honan: aparecen los más pobres en el comer y vestir; su comida más ordinaria una pasta hecha con harina de maíz y patata o habas; en los campos es muy frecuente ver niilos medio desnu· dos en lo más crudo del invierno. Por eso al llamarles el misionero a aprender la doctrina, con frecuencia oye de los padres esta res– puesta: No puede ser porque no tengo ropas para vestirlos. A más de la mitad de los catecúmenos que actualmente están estudiando en la residencia, el misionero ha tenido que vestirles. Vioiendas: A diferencia del resto general de la Prefectura vi· ven por lo regular, no aislados ni en cuevas, {la clase de terreno no lo consentiría) sino reunidos en pequeílos núcleos de chozas de adobes sin cuidarse frecuentemente de retejar el techo, siendo por eso necesario repararlas amenudo en la época de las lluvias, agos– to y setiembre. Son tan fáciles de abrirse goteras que es muy ordinario, al ha· cer una visita, preguntar por ellas, a continuación de haberse inte– resado por la salud de la familia. En la primeas visita que me ha tocado hacer, encontré un an– cianito de setenta y tres ailos en el kang (cama china), sin poderse mover, con una gran gotera en el techo y a punto de hundirse. Su esposa, una ancianita de setentá aflos dificilménte podfa atenderle. Como estaba bien preparado pude bautizarle; a los quince días, su enfermedad llegaba al último extremo, debido más que a todo, a la humedad de la casa. Después de muerto el viejo, una familia cristiana socorría a la pobre anciana, a la que aun no hemos podido inducirla a abrazar la religión cristiana, porque le duele mucho, dice, perder el mérito de sesenta años de ayuno budista, y por otra parte está contenta ya con haber averiguado el paradero del espfrilu de su esposo. Ella misma me contaba cómo averiguó: lavó con un pafluelo húmedo el rosfro del cadáver y arrojó aquel al fuego; por las cenizas descu– brió que había transmigrado al gatito de casa. Religiones: Budismo con mezcla de taoísmo, mahometismo,

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