BCCAP000000000000125ELEC
ANUARIO l\USIONAL das los dedos pulgares puestos sobre la espalda y por medio de estas cuerdas los suspendieron de los árboles. No tenla yo la me– nor idea de lo que era este último 'suplicio hasta que me hicieron pasar por él (n. 0 61). A su lado las más sangrientas disciplinas, los cilicios más horrendos no son más que juegos de nil'los. Los chinos conocen bien la anatomía del cuerpo humano y los métodos más eficaces para atormentarlo, abriendo surcos en la carne y descoyun– tando los huesos. M i pluma se resiste a describir las torturas y pe.o nalidades a que fueron sometidos los desgraciados fugitivos. Du– rante la noche les ataban los pulgares como queda dicho, y por me– dio de aparatos de invención diabólica les obligaban a permanecer en las posturas más violentas e intolerables. Noches enteras las pasaban en continuo y angustioso llanto. Qué maitines! Qué con– cierto! Supliqué a mi discípulo Wu-sien-xen tuviera un poco de compasión, de clemencia, siquiera de humanidad para con aquellos seres hum1nos que tanto sufrían. Me contestó que para ellos no ha– bla perdón. • Que paguen primero el rescate y después la muerte pondrá término a su~ torturas. Son enemigos declarados nuestros, y tratan de atajar nuestros pasos; son unos malvados y nos convie– ne acabar cuanto antes con ellos. No les digas nada; pero paguen o no su rescate lo mismo h11n de morir.• Pobres jóvenes! 80-L a entrada en el año 1934 La celebramos en Pao-tze-tsuang, distante como una jornada de Ping-t'ing-tsuang, donde habíamos permanecido cerca de un mes. En el campamento rojo solo el misionero cautivo se dió cuen– ta del grar acontecimiento que aquella fecha sellalaba. Los autén– ticos chinos celebran su Aílo Nuevo el primer mes del año lunar, pues el solar adoptado oficialmente por el gobierno no cuenta con la simpatía popular. Para el año lunar, tan grato también a nuestros aborígenes vascos, faltaban todavía 45 días. Mis concautivos pre ocupados con la idea de celebrar con sus respectivas familias la so– lemnidad tradicional preguntaban con frecuencia a los carceleros si para esa fecha podrían volver a sus casas en libertad. Una mueca burlona o un seco y terminante no era siempre la respuesta. Tam– bién en este valle, aunque tranquilo y seguro en apariencia, cam– biábamos de domicilio todas las noches. En uno de estos cambios me fué arrebatado por los rojos mi abrigo de piel de cabra. Esta prenda, de más valor para mi que todas las pieles de Rusia, me iba proporcionando no pocos disgustos desde que me la regaló el cris-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz