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ANUARIO MISIONAL 77 72-Mi postrera conversación con el seliog La celebré el dfa 13. Discutíamos en ella animadamente sobre lo.>s mismos asuntos de los días anteriores, cuando de súbito irrum· peo en la cueva los oficiales de la expedición roja que vimos partir hacia el Norte. Traían cautivos a cuatro opulentos mayorazgos de un castillo de Paognaxien occidental, rebaños de ovejas y de ca– bras, una buena remesa de vestidos... en suma un riqulsimo botín. Se mostraban algo cohibidos en sus expansiones por la presencia de un extranjero; por lo que, apenas lo nl•té, me retiré cortésmen– te. En adelante ya no hablé más con mi general. Solo le vela de cuar.do en cuaudo a cierta distancia. ¡Pobre Wang-tai·txil.. Al día siguiente cambiamos de lugar, pasando más al septentrión. Y cata aquí por dónde aparece de nuevo el insigne Barrabás, a cuyas in· mediatas órdenes somos puestos todos los piaotzel Toda mi espe· ranze era que el complemento de mi rescate llegara a menos de los comunistas mientras estábamos bajo le autoridad del seling. Con éste era posible una solución razonable. Mas ahora q.ie volvíamos a caer en manos del pé.rfido Barrabás... •lasciate ognisperanza.• 73 - J uiando al cross·country En este día, 17 de Diciembre, nos dirigimos, precedidos de nuestros grandes rebailos de ovejas y de cabras, al valle occiden· tal de Paotze-tsuang donde existe una vieja y abandonada fortale– za. En los pequeilos descensos de la jornada me sentaba al borde del camino y me dedicaba afanosamente a la tarea de perseguir y dar tormento entre mis pulgares a la turba de parásitos que pulu· Isba por mis vestidos. Los que se acercaban a hablarme no tenlan en los labios más que esta sola pregunta: •¿Cuándo llega tu reses· te?• Estos chinos deben de ser de la tribu de lsacarl Ere creencia arraigadísima entre ellos que nosotros, los misioneros católicos, dis– pon!emos de enormes cantidades de dinero. Tasaban unos mi res· cate en 5.000 pesos; y otros lo hacían subir hasta la suma de dos– cientos mil pesos. Calcúlese lo dispuestos que estarían a dejarme escapar por unos miseros 500 pesosl Eso no era más que para ha– cer bocal Cierto que a veces parec!en hiiblar en broma; pero no es raro manifestar en broma verdades e intenciones que se callan en serio 1 Solo algunas horas permanecimos en Paotze-tsuang; hasta la media noche aproximadamente. Desde entonces hasta el d!a 21 no hicimos más que correr y más correr; corrEr alocada y desespera· damente por montt.s, valles, barrancos y precipicios. Hubo dia de
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